Las redes sociales: un reto a la privacidad
UNA de las señas de identidad de los jóvenes de esta generación es que viven dentro de redes sociales virtuales donde pasan el tiempo compartiendo novedades y vivencias personales. Los estudios más recientes señalan que algo más de nueve de cada diez jóvenes dicen haber participado o accedido a una de estas redes sociales online.
Es imprescindible no dar una imagen negativa de las nuevas tecnologías que sería contradictoria con el esfuerzo de los poderes públicos en fomentar su accesibilidad. Los aspectos negativos no deben esconder las oportunidades y ventajas. Internet es, sobre todo, un instrumento de civilización. Las redes sociales han descubierto una manera inédita de hacer política, que abre la posibilidad de tener un grupo de colaboradores y pedirles que hablen por ti, lo que facilita la participación política. Internet es también un espacio de libertad de expresión, que favorece la existencia de una opinión pública libre cuando están cerrados los canales tradicionales de información, como ha ocurrido recientemente en Irán. Las redes sociales responden también a las necesidades de comunicación y socialización y pueden evitar situaciones de exclusión social, aunque también pueden crear otras. Por ello, aislar a un hijo de las redes sociales, prohibírselas, es condenarle al desarraigo.
Al mismo tiempo, las redes sociales suponen un reto a la privacidad personal e implican un cambio de paradigma. El propio concepto de red social conlleva una cierta renuncia de los usuarios a su intimidad. Por eso, los jóvenes antes de incorporarse a una red social deben analizar el nivel de acceso al perfil personal, restringiéndolo únicamente a sus amigos y no abriéndolo a los amigos de sus amigos. Es necesario modificar las configuraciones por defecto ya que a las redes sociales les interesan los perfiles abiertos, porque se financian con la publicidad. De ahí el lema de la Campaña de la APDCM que en estos días llega a más de 400 centros educativos públicos y a 80.000 jóvenes: «Hay cosas que no contarías a un extraño, ¿por qué hacerlo en internet?».
Lo que se publica en internet permanece para siempre, porque la cancelación efectiva de la información es prácticamente imposible. El pasado siempre permanece en el presente y será accesible en el futuro ya que en internet ninguna información desaparece. Esta realidad de pérdida del control nos tiene que llevar a que la publicación de información no sea un automatismo sino un acto consciente -ese think before you post-. La información que publicamos hace años en internet podrá influir en decisiones futuras que se tomen sobre nosotros en el ámbito laboral.
La privacidad no sólo trata del respeto a nuestros datos personales sino también del que debemos tener por la información relativa a los demás. No se pueden publicar datos ni fotografías de otras personas sin su consentimiento. Es especialmente grave la posibilidad que ofrecen las redes sociales para llevar a cabo el cyberbullying, que convierte la vida de algunos jóvenes o de profesores en una auténtica pesadilla. Hace falta menos valor para criticar a alguien en internet que para hacerlo de manera presencial. Además, un insulto en la vida real se olvida; en cambio, un comentario en internet se multiplica, genera una cadena que no pretende el que lo emitió y se transmite de manera viral a través de la red, que tiene una gran velocidad e inmediatez en la difusión. Existe una cierta imagen de irresponsabilidad en lo que ocurre en el mundo virtual. Sin embargo, no hay que admitir espacios de impunidad.
Nadie va a renunciar a internet o a las redes sociales aunque haya riesgos. La solución está en educar, una labor que corresponde a padres y a profesores y que contribuirá a encontrar un equilibrio entre el deseo de comunicación y de ampliación del círculo de amistades y el respeto a la dignidad de la persona en internet.
(*) Director de la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid
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