Amor de madre
A. W.
El cine de terror español parece que ha llegado, éxitos en taquilla mediante, a una cierta madurez: ya no necesita seguir modelos foráneos. La trama de Hierro podría pasar en cualquier parte, donde no pasa precisamente es en esa tierra gótica de nunca jamás de tanto producto derivativo. Y en realidad si el director Gabe Ibáñez no se hubiera empeñado en utilizar los molestos golpes de efecto sonoros típicos del cine-de-susto, se podría incluso discutir el encaje genérico de su película en esa categoría. El conflicto es mayormente del más acá que del más allá. Una madre pierde a su hijo cuando viaja con él de vacaciones y se pasa un largo rato buscándolo en una isla que parece un enclave hippy fuera de temporada, o deslocalizado: eso debe explicar que el encargado del motel donde se hospeda parezca salido de Psicosis (vaya, otro tropo del cine de terror, y no es el único). No es posible contar lo que sucede al final sin destripar la película, que pertenece a la variante cómo-no-habíamos-caído-antes. Pero digamos que los que no somos muy fans del género podemos entreternos cuando la persona que sufre es tan fotogénica como Elena Anaya. Suya es la película -los demás personajes sólo están ahí de comparsas- y lo cierto es que da todo un recital.
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