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«Haití es destrucción, su capital es la muerte»

REUTERSUna mujer se lamentaba ayer frente los escombros de una casa en Puerto PríncipeMANUEL M. CASCANTECORRESPONSALCIUDAD DE MÉXICO. El país más pobre de América ha sufrido su peor catástrofe

REUTERS

Una mujer se lamentaba ayer frente los escombros de una casa en Puerto Príncipe

MANUEL M. CASCANTE

CORRESPONSAL

CIUDAD DE MÉXICO. El país más pobre de América ha sufrido su peor catástrofe natural. Haití, acostumbrado a los huracanes, a los dictadores, a la pobreza endémica, a los golpes de Estado, a las insurrecciones populares, a los saqueos y a toda clase de plagas, se estremeció a las 16.53 hora local del martes (22.53 hora española) cuando un terremoto de magnitud 7 en la escala de Richter, y con epicentro a sólo 15 kilómetros al suroeste de Puerto Príncipe y a 10 kilómetros de profundidad, hizo temblar la tierra durante más de un minuto: piedra tras piedra, chabola tras chabola, edificio tras edificio. Quedó la absoluta nada.

Su primer ministro, Jean Max Bellerive, se atrevió ayer a ofrecer un primer balance estimativo a la cadena de televisión CNN: «Cientos de miles de muertos». Apocalíptico, de confirmarse. La cifra fue matizada más tarde por el propio presidente, René Préval, a la CNN. La estimó «entre 30.000 y 50.000 muertos... otros dicen que cientos de miles... No lo sé», aunque reconoció carecer de fuentes fiables. El terremoto habría afectado a tres millones de personas (un tercio de la población), según el Gobierno.

La magnitud del terremoto -al que siguieron tres réplicas de 5,9, 5,5 y 5,1 grados en la escala Richter- obligó a activar la alerta por tsunami en todo el Caribe, ya retirada, y se verifica fácilmente al observar el estado en que quedó el Palacio Nacional, sede de la Presidencia: destruido, con sus tres cúpulas reducidas a escombros. El edificio de la ONU también se vino abajo, como lo hicieron los ministerios de Finanzas, Obras Públicas y Comunicación, numerosas escuelas, colegios, la catedral, el hospital de Peitonville y un largo etcétera. El aeropuerto está inutilizado.

Si esto sucedió en edificios oficiales... ¿qué no habrá acontecido en los arrabales de chabolas de adobe?

Un general chileno en la ONU

«Todo el mundo temblaba, era como un baile, la gente salía de los vehículos, corría y gritaba», relató Jesús, uno de los supervivientes, quien describió que «la carretera se abrió por la mitad» ante sus ojos. «Sólo nos queda encomendarnos a Dios».

En el país del vudú -práctica introducida por los esclavos africanos en la ex colonia francesa-, sus habitantes deambulaban ayer como auténticos zombis. Los haitianos, tras el terremoto, se lanzaron a la calle haciendo de ellas sus improvisados hogares. Sin comunicaciones, sin apenas agua potable y bajo la amenaza de la propagación de enfermedades.

El presidente Préval, que no se encontraba en el momento del seísmo en el palacio, explicó que ha recorrido varios barrios de Puerto Príncipe y ha podido ver el alcance de los daños: «Todos los hospitales están llenos de gente, es una catástrofe».

Otros titulares de la mayor catástrofe natural sufrida por Haití (en 1984 padeció otro terremoto de 6,7 grados): 200 desaparecidos de la ONU, una organización golpeada con la muerte de su jefe civil, el tunecino Hedi Annabi, y al menos 15 soldados (3 jordanos, 12 brasileños); han muerto el arzobispo de Puerto Príncipe, Serge Miot, y la misionera brasileña Zilda Arns Neumman; 50 ciudadanos franceses se encuentran desaparecidos; los presos de la principal prisión de Puerto Príncipe se escaparon tras el terremoto; y el caos volvió a las calles de Puerto Príncipe. Y en el caos, Ricardo Toro, un general chileno cuya mujer ha desaparecido, asumía el mando de la ONU en Haití.

«La capital es muerte. Una parte de Haití es destrucción», subrayaba Haiti Press Network, una publicación haitiana en internet. Tanto Haiti Press Network como la página digital de Radio Metropole describen el panorama en Puerto Príncipe como desolador o dantesco, con «cadáveres abandonados sobre el pavimento», informa Efe.

La noche, al raso

A la espera de la ayuda humanitaria, los haitianos se disponían ayer a deambular una noche más por las calles de Puerto Príncipe -donde se concentran unas 850.000 personas-. Una de las cooperantes en el país ofreció este testimonio: «Desde los escombros se oyen gritos de socorro de los que se han quedado dentro». Todo ello en Haití, el país más pobre de América.

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