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Cara de cárcel

Prisioneros unos de la nieve y otros de la política, el caso es que a todos en España se nos pone cara de cárcel. «Por eso el día lunes arde como el petróleo / cuando me ve llegar con mi cara de

Prisioneros unos de la nieve y otros de la política, el caso es que a todos en España se nos pone cara de cárcel. «Por eso el día lunes arde como el petróleo / cuando me ve llegar con mi cara de cárcel...», leemos tan ricamente en el Sepu de la poesía. Los madrileños son prisioneros de la nieve, aunque no le den la tabarra a nadie. El cautivo de Greenpeace, en cambio, ha vuelto de Dinamarca que parece Cortés volviendo de Tenochtitlán y ha escrito unas Cartas de Relación que son una mezcla, no de Cortés, que escribía un castellano de haber estudiado en Salamanca maravilloso, sino del conde de Montecristo, de Papillón y de Ana Frank, y todo para hacernos creer que él, acusado de allanamiento de morada, suplantación de autoridad pública y falsificación de documentos, es un preso político porque lucha por la salvación del planeta, como Juanito Puig, aquel simpático personaje de la izquierda catalana que invadía en gayumbos una piscina privada en Mallorca porque luchaba por la salvación de la costa mediterránea, con sus ánforas coralinas, sus sabinas milenarias y su jipismo «adlib». Se ve que el periodismo tiene razones que la razón no entiende. El periodismo americano ha reclutado para su reputado columnismo a Ashley Dupré, la consentida del gobernador demócrata de Nueva York, Eliot Spitzer, que también se ha convertido en columnista, una vez desalojado del cargo. Ella escribe de sexo, que es la palabra favorita del algoritmo de Google, y él, de lo que se tercie, pero en un tono inalterablemente centrista y demócrata, que es decir progre, como cualquier tertuliano español. También se dice que Alí Agca, el búlgaro enviado por el tenebroso Andropov para ayudar a Juan Pablo II a llegar al cielo, quiere dedicarse al periodismo de calidad en las tertulias de TV, ahora que va a salir del talego y querrá venir a Madrid, la peor ciudad europea para vivir, según los yuparras de Mercer, pero la ciudad donde todo el mundo se viene a vivir.

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