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Tiritando

BAJO el frío pelón que cubre de blanco España tirita un país socialmente congelado. Rígido, escarchado, tieso hasta la médula, con una aterida sensación térmica en su pulso colectivo. El efecto Modigliani, la teoría de los ciclos estables de gasto y ahorro, amplifica ese sentimiento de desamparo por encima de las realidades objetivas de la propia recesión. Este país es mucho más sólido estructuralmente que el que soportó la última crisis allá por el 93-94, y no digamos que el de los primeros años ochenta, pero es justo ese hábito de prosperidad el que incrementa la impresión de retroceso y de caída. El pasado no existe como horizonte ni como representación, y su recuerdo devuelve una perspectiva desoladora. Cuando una sociedad supera sus propios estándares de bienestar entiende la vuelta atrás como un paso hacia el abismo.

Por eso el frío socioeconómico duele como estas punzadas de la nieve. Por eso la foto de los campeones del paro -González, Solbes y Zapatero- reunidos en La Moncloa provoca un estremecimiento gélido de inquietud general. Por eso las estadísticas sacuden el optimismo oficial con un escalofrío de desesperanza. Por eso la gente espera sin consumir, agazapada en el mejor de los casos tras la cortina del ahorro. Por eso las rebajas claman con sus carteles estrepitosos por la salvación de un ejercicio comercial asfixiado.

Ha hablado Campa, el razonable secretario de Estado de Economía: en el mejor de los casos, el paro tardará cinco años en volver a la tasa anterior a la crisis. La que provocó aquellas solemnes palabras proféticas de que la peor cifra de esta legislatura sería mejor que la más mejor del aznarismo; puede acabar siendo incluso peor que la peor del felipismo. Y aún hay medio millón más de demandantes que no afloran en las estadísticas maquilladas a base de excluir a los cursillista del INEM y a los eventuales agrarios. Ha hablado la Comisión Europea, con una previsión de otro medio millón de desempleados para 2010. Y ha hablado hasta el «New York Times» del dramático porcentaje (42 por ciento) de desocupación juvenil hasta los 24 años (Irlanda, 28; Italia, 27). Hay una brecha de exclusión latente en las capas más bajas y desatendidas pese al brutal incremento del gasto y el déficit con que el Gobierno trata de paliar el desastre. Y aunque el hundimiento general sea menos trágico por la fuerte estructura de acumulación construida en los tiempos de bonanza, el retrato social del país es el de una quiebra en la que no cabe procedimiento concursal porque es excesivo el número de acreedores de esperanza.

Esta España tiritona sabe por los parte climatológicos que el temporal pasará pronto, pero el hombre que predice el tiempo de la política se ha equivocado o ha mentido demasiadas veces para merecer confianza. Y a diferencia de los meteorólogos, él tiene la obligación de tomar medidas para alejar la borrasca.

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