Nochebuena

EEl Gordo habrá caído en Madrid, pero eso no le ha quitado a Caritas ni uno de los pobres que le suministra la política económica de Zapatero, que ya tiene sucesor, al decir del chico de los Escolar, que es el chico de los recados, que diría Gracián, de la izquierda subvencionada. Y el ganador es... Pepiño Blanco. Si la izquierda subvencionada aspira a ser representativa, ¿qué nombre hay mejor? Carece de estudios, nunca se ha beneficiado de la economía de mercado -siempre ha vivido del Estado-, parece dotado de malicia y, a falta de labia, tiene un labio lo bastante húmedo para mojar el dedo índice y pasar página. ¿Saben ustedes cómo firmaba Martínez Montañés sus tallas? Poniéndoles el dedo índice en actitud de pasar por el labio de Pepiño Blanco para pasar las hojas. Este hombre, además, es paisano de Pablo Iglesias, el personaje que sigue informando de democracia a la izquierda española. Eso, sí: cuando le señalaron por algunas molestias que sufriera el pobre Maura, tuvo la gallardía de no salir diciendo: «¡Quieren acabar con mi carrera!». Iglesias era un buey de carreta, y Blanco -de dar crédito al chico de los Escolar- suena para ocupar su sillón. Blanco es el pobre que el socialismo celtibérico sienta a su mesa en la Nochebuena laica y su lluvia de langostinos sacrificados para celebrar el solsticio de invierno. «No combatimos a los frailes para ensalzar a los curas -predicaba Iglesias-. Nada de medias tintas. Queremos que desaparezcan los unos y los otros». La creencia popular en los frailes y curas comilones inspiraba el ataque de Iglesias, dirigido a eliminar su competencia en la mesa. En Mercasevilla todavía se hacen lenguas de la última hecatombe de bogavantes, langostas, cigalas, patas y langostinos perpetrada por un par de hombres de progreso, voraces como urtas en el campo del marisco. Y es que, sin marisco, no hay Nochebuena, mientras la derecha subvencionada canta a pie de árbol el camino que lleva a Belén, con su mejor boca piñonera, a lo Raphael.