Hazte premium Hazte premium

Juan G. Cebrián, el amigo de los periodistas

Juan G. Cebrián, el amigo de los periodistas

Fue el pasado verano cuando el diplomático de carrera Juan González-Cebrián tomó la decisión, por razones personales y familiares, de dejar la Dirección de Relaciones con los Medios de Comunicación del Palacio de La Zarzuela y empezar una nueva etapa en una empresa privada con proyección internacional. Comunicó su deseo al jefe de la Casa de Su Majestad el Rey, Alberto Aza, y le pidió que se lo transmitiera a Don Juan Carlos, quien comprendió sus razones y le autorizó a marcharse. Lo único que pidieron a González-Cebrián fue que esperase hasta enero, que será cuando abandone La Zarzuela.

Atrás quedan seis años y medio cargados de acontecimientos en la Familia Real, como la boda de los Príncipes de Asturias, el nacimiento de las dos Infantas, el divorcio de los Duques de Lugo, el XXX aniversario del Reinado y los 70 cumpleaños de los Reyes y el 40 del Príncipe. También han sido unos años muy complicados desde el punto de vista informativo, pues se ha violado en varias ocasiones el tradicionalmente respetado «off the record» de los Reyes y de los Príncipes. Además, ha irrumpido en el Palacio de La Zarzuela determinada prensa rosa diferente de la que solía respetar a la Familia Real. Todo ello ha afectado negativamente a la relación de los periodistas con la Casa del Rey, pero a pesar de las dificultades, González-Cebrián se ha ganado con su buen hacer el afecto de la mayoría de los informadores.

Juan González-Cebrián Tello (La Coruña, 1944) es el primero y hasta ahora único diplomático de una familia de arquitectos —«soy la oveja negra», bromea—. Se define como monárquico convencido, «por sentimientos y por razonamiento» y, según sus colaboradores, es un hombre de gran cultura humanística. Optimista y con gran sentido del humor, es padre de dos hijas y se declara «enamorado» de su mujer, Cristina, y «forofo» del Deportivo de La Coruña.

Tomó posesión como portavoz de la Casa del Rey el 22 de mayo de 2003. Cuando le ofrecieron suceder en el cargo a Asunción Valdés, se imaginó, por la edad del Príncipe, que sería en su etapa cuando se anunciaría el compromiso matrimonial del Heredero de la Corona, pero entonces no se sabía nada de la relación de Don Felipe con Doña Letizia, y lo que menos se imaginaba González-Cebrián en aquel momento era que exactamente un año después de su llegada fuera a celebrarse la boda de los Príncipes.

Lo primero que hizo cuando llegó a Zarzuela fue convocar a los periodistas que habitualmente informamos sobre la Familia Real y nos invitó a comer en el restaurante «El Chotis», de la madrileña Cava Baja. Apenas hubo sobremesa, pues aquella tarde tuvimos que asistir en Torrejón de Ardoz al funeral por los 62 militares muertos en el accidente del Yakolev. Al dolor desgarrador de las familias se sumó la indignación contra los políticos, mientras los Reyes y el Príncipe trataban de llevar algo de consuelo. Así se estrenó Juan. Hoy lo considera «el acto más dramático de mi vida».

Después del verano, el otoño llegó con el anuncio del compromiso del Príncipe y a González-Cebrián le correspondió gestionar la información sobre el noviazgo, la petición de mano, los preparativos de la boda, los brutales atentados del 11-M, el funeral de Estado, la ceremonia y la controversia sobre la idoneidad de Doña Letizia como Princesa, el comunicado del primer embarazo y el nacimiento de la Infanta, en cuyo anuncio la Casa del Rey utilizó por primera vez el sms.

Acostumbrado a tratar en sus destinos como diplomático y en la Oficina de Información Diplomática con corresponsales y periodistas de política exterior, cuyas críticas suelen ser rigurosas y respetuosas, a González-Cebrián le dolían tremendamente los ataques injustificados de determinada prensa rosa a la Familia Real y sus intentos de caricaturizar el mensaje institucional.

Todo un diplomático tenía que enfrentarse sin más armas que la palabra a falsedades como que los Príncipes no podían tener hijos, que habían recurrido a la fecundación artificial, que habían elegido el sexo para tener un niño, que la Princesa tenía anorexia, que la Infanta Leonor iba a ser ciega o sorda...

Cuando llegó a La Zarzuela, a González-Cebrián le daba cierta prevención subirse a un helicóptero, pero a fuerza de uso en seguida se le quitó. Quizá le ayudara que tanto el Rey como el Príncipe sean «dos excelentes pilotos». Lo que nunca olvidará de su etapa en la Casa del Rey fue la tormenta que le sorpendió en un vuelo de los Reyes a Argentina: dos rayos cayeron sobre el avión oficial y a la delegación se le heló el corazón pensando que iba a pasar a la historia

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación