Toros en la Caleta

De derrota en derrota hasta la victoria final. Tanta bandera blanca ha confundido a los marinerazos de la Royal Navy, que han tomado nuestra bandera por blanco de sus ejercicios de puntería. Menos mal que la justicia poética ha venido en nuestro auxilio en forma de toros bravos que, escapados de un rodaje, han ido a parar a la playa gaditana de La Caleta. ¡Toros liberales en socorro del honor patrio! Ya lo dijo Spengler: al final, será una manada de toros lo que salve a la civilización española, que no consiste sino en el trasnoche. Es la civilización que a Martín Varsavsky le parece decadente porque un triste mandarín del Régimen le mandó a medianoche del viernes a la policía a casa para aguarle una fiesta de cumpleaños. «Pero ¿estamos volviendo al franquismo?», se pregunta Varsavsky. ¿Y qué idea tiene este hombre del franquismo? El franquismo prohibía meterse en política -«haga como yo, no se meta usted en política», era la muletilla del general-, pero no en los saraos. «In Madrid, if you know the city well, the night never ends», anota Ava Gardner en sus «Memorias», y todos convendremos en que Ava Gardner tenía un sentido de la diversión tan desarrollado, al menos, como el de Martín Varsavsky. España gasta y da todo lo que tiene, dice Cocteau en sus apuntes sobre un primer viaje a España, en julio del 54: «El resultado es que España es un país pobre que es rico y que Francia es un país rico que es pobre». Traducido: en Francia se madruga como en Burgos y en España se trasnocha como en Hollywood. Prosigue Cocteau: «Ser o no ser flamenco es la gran cuestión en España. El flamenco no es ni un canto ni un baile. Son unos aires, una forma de ser...» Pregunte Varsavsky a Lucía Bosé cuánto duraban las fiestas de Luis Miguel... O a Laureano, el barman de «Gitanillos», por las amanecidas en Baden Baden... («Madrid, en verano, con dinero y sin familia, Baden Baden -dijo el marqués de la Valdavia- ...si no fuera por el frío que viene por las noches».)

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