Ancas de rana, patas de gallo
JAVIER CORTIJO
Que dos «reinas tuertas» como Streep y Ephron, con la permanente sombra de la sobrevaloración flotando sobre sus testas, acabaran juntándose era cuestión de tiempo. Y lo han hecho, para solaz de algunos, en una cocina, campo de batalla donde se libran dos historias paralelas y superpuestas: la de una «Simone Ortega» afrancesada e histriónica en el París más encendido, y la de su discípula bloguera en el apagado Nueva York post 11-S.
Poco amante de experimentos con nitrógeno, la cineasta construye su laaaarga fabulilla a base de rebanadas alternas, consiguiendo un babélico sándwich de fuagrás relleno de alfajores de difícil digestión y rancia presentación. Ni un secundario sabroso ni una subtrama marinada de guarnición, sólo la moraleja de no descuidar la olla exprés del matrimonio para que no chifle/estalle. Eso sí, queda claro que la alta gastronomía doméstica es como la otra pero más abundante y con bula para que los comensales hablen con la boca llena. Y Adams se lleva las mejores tajadas, aunque al final nominen a la de siempre (por cierto, hasta que sale la mítica imitación de Dan Aykroyd, su Julia Child es clavadita a Agnes Chevalier de «La hora chanante»). Hala, a atracarse, chicas.
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