Con la música a otra parte
Cada vez más músicos ilustres se revelan ante la falta de iniciativa de los grandes sellos discográficos para superar la crisis y buscan su propia salida de emergencia, sabedores de que la piratería no es el único problema

Ya no es noticia el continuo terremoto que vive la industria musical y que tiene a sus protagonistas sumidos en un total desconcierto. Los últimos datos hablan de una bajada de ventas del formato físico de un 35% en el primer semestre de 2009 con respecto al mismo período del año anterior. Y las rebajas se van acumulando alarmantemente.
Hace unos días diversos sectores implicados en el negocio publicaron un manifiesto conjunto exponiendo sus quejas y cuyo resumen es el siguiente: «Queremos un compromiso por la música, una apuesta verdadera para el desarrollo de una industria que tiene mucho que aportar a la sociedad. Queremos responsabilidad de todos los actores sociales en la lucha contra la sangría de las descargas ilegales. Queremos seguridad jurídica para seguir haciendo bien nuestro trabajo. Queremos apoyo y respeto para una industria que lleva el nombre de nuestro país a todas partes». Sin embargo, la base de todo el engranaje, los artistas, se han puesto a buscar su propia salida de emergencia, sabedores de que la piratería es uno de los problemas, pero no el único. Cuando una persona del olfato comercial de Madonna decide abandonar un sello de corte tradicional, Warner, para fichar por una empresa que se dedica a la promoción de conciertos, es que algo falla en el sistema. Su ejemplo lo ha seguido, ni más ni menos, Paul McCartney, que, tras 25 años con EMI, decidió fichar por una empresa, Starbucks´ Hear Music, dependiente de una cadena de cafeterías.
Los motivos
Cada uno tiene sus motivos: unos están desesperados por la falta de reflejos de unas compañías que se aferran a un modelo caduco, otros se sienten maltratados por un negocio que ayudaron a engordar, o prefieren abandonar el barco antes de que se hunda. La marea ha llegado a España y los músicos se desligan de las «majors». Pero no se trata sólo de artistas jóvenes, que vienen con otra mentalidad. Como Vetusta Morla, que hartos de viajar con su maqueta por las compañías sin que nadie les hiciera caso, han optado por la autoedición y se han convertido en la revelación del pop-rock español del último año, con un éxito que para sí quisieran muchos grupos mimados por las multinacionales. Ahora se suman nombres ilustres. Por ejemplo Hombres G: «Llegó un momento -apunta Dani Mezquita- en que se nos comió la industria, que es la que mandaba. Pero es importante que los artistas decidamos lo que queremos hacer, grabar, editar, mostrar al público... y no terceras personas. Nos hemos quitado de encima a los intermediarios».
Ellos van ahora por libre, y han creado su propio canal, www.hombresg.tv, para estar en permanente contacto con su público: «Antes -dice Rafa Gutiérrez- nos encerrábamos durante meses para hacer doce canciones en secreto, y a los ocho o nueve meses las sacábamos a la luz y a ver qué pasaba. Ahora es al revés, mostramos las canciones a medida que las grabamos. Eso te da muchas más posibilidades. Ya no tenemos el filtro de una discográfica y queremos interactuar, via internet, con nuestros seguidores, con el que quiera participar o incluso tocar con nosotros. Es fascinante todo lo que se puede hacer ahora». «Igual que se acabaron los casetes -concluye David Summers-. se acabaron los CD. Hay que buscar al público donde se encuentra, que es en internet, y no en las tiendas de discos».
Un caso emblemático de la lucha por la dignidad de la profesión es el de Quique González. El cantautor madrileño ha pasado por varias compañías, poniendo sus principios por encima de cualquier otra cosa: «Me fui de Warner porque me pedían el 5% de lo que ganaba con los conciertos, y me negué, por principio y por salud mental, porque no me parece justo y he preferido pagar yo mi disco. Pierdo dinero, pero prefiero eso a trabajar con alguien que me pide un impuesto revolucionario». Él ha crecido profesionalmente dentro de la crisis y sabe lo importante que es el escenario para un artista: «Nunca me he ganado la vida vendiendo discos, y como yo, el 95 por cien de los artistas. Me gano las lentejas tocando».
En cuanto al futuro, reconoce que «la mayor parte del proceso de edición y promoción está caduco». Su nuevo álbum, «Daiquiri Blues», es el primero del catálogo de un nuevo sello, Last Tour Records, nacido de la unión de fuerzas de Sony Music y una empresa dedicada sobre todo a la organización de conciertos, Last Tour International.
Más combativo todavía se muestra Lichis, quien da por finalizado su proyecto La Cabra Mecánica y comienza una nueva etapa: «Me encantaría volver a trabajar para la industria, porque voy a tener ahora mucho más trabajo encargándome de todo, pero es la única opción que nos queda. La crisis es resultado de la actitud de la industria en general, y no hablo sólo de discográficas, sino de editoriales, mánagers, del mundo de la radio... y de los músicos también. Hemos dado una imagen nefasta de nuestra trabajo, de multimillonarios. Espero ese momento en que músicos, Gobierno, SGAE y partes implicadas nos sentemos y planifiquemos nuevas reglas. Mientras eso no ocurra, no pienso participar en esto. Prefiero trabajar en otro nivel que engordar una maquinaria que al final solo va a beneficiar a la gente de siempre».
Sus iras se dirigen, en buena medida, contra las emisoras, sobre todo por la experiencia con su último álbum de estudio, «Hotel Lichis»: «Antes de sacarlo ya se me dijo que no se iba a pinchar en radios. Es precisamente por este tipo de cosas por las que digo adiós. La actitud de las grandes radiofórmulas, si siempre ha sido vergonzosa, ahora es ignominiosa. No estoy en contra de la música comercial, pero sí de que sólo suene música comercial».
De sus dardos tampoco se libran los medios: «Yo me he tirado hablando ocho horas de música para revistas, y al final lo único que sacan es si me meto cocaína, si fumo o si he tenido un lío con María Jiménez -que intervino en el famoso tema «La lista de la compra»-. Esto era un cesto de manzanas con un gusano, y ahora lo único que ofrecemos son gusanos. Hay que volver a empezar de cero».
Pau Donés, al frente de Jarabe de Palo, es otro de los veteranos que se independizó para editar «Orquesta Reciclando»: «Llevábamos 12 años de las mano de multinacionales potentes, pero digamos que al final los dos caminos, el de ellos y el nuestro, no convergían, y decidimos romper de mutuo acuerdo». Ello obliga a espabilar: «Es una nueva experiencia y un lujo, porque podemos controlar todo el proceso, desde la composición y la grabación hasta la puesta a la venta, y hemos aprendido mucho. Hace diez años hubiera sido muy difícil, pero ahora se ha abierto un abanico de posibilidades para comercializar nuestra música, desde distribuirla mediante acuerdos con periódicos, vía internet, a través de cadenas de establecimientos hosteleros... Así hemos vendido ya 45.000 copias».
Unión ante los piratas
Culpa de la situación, en buena medida, a la piratería: «Estamos indefensos ante ella, y está claro que el artista tiene que cobrar, yo al menos no estoy dispuesto a trabajar por la cara. Es cierto que antes, con el dinero que ganaban las discográficas con Manolo García, por ejemplo, podían promocionar grupos nuevos, y ya no». De hecho, afirma: «Yo no tengo queja de cómo se han portado conmigo, pero sí que han puesto condiciones abusivas al 80 por ciento de los artistas». Y les aconseja para el futuro que «tengan imaginación y creatividad, y que haya unión entre ellas en lugar de darse palos unas a otras». Y concluye: «Ahora que llevo el control, me doy cuenta de todo el dineral que ganaban a nuestra costa».
Hay un dúo que ha demostrado que no por mudarse a un sello independiente dejan de crecer. Los Delinqüentes se han atrevido recientemente a ofrecer un concierto en un recinto de gran aforo como el Palacio Vistalegre, en Madrid: «El trato que nos están dando desde una discográfica pequeña, El Volcán, está siendo mucho más agradable», expone El Canijo. Sin embargo, tras pedir la carta de libertad, llegaron a un acuerdo amistoso con EMI: «Ellos distribuyen el disco, y no ha habido malos rollos». Hubo un momento en que el asunto se puso turbio, porque su álbum «Bienvenidos a la época iconoclasta» estuvo retenido en la compañía por falta de dinero. Por aquellas fechas, Los Delinqüentes emitieron un comunicado en el que se quejaban: «Nunca han hecho una buena promoción, si la gente nos conoce es por el boca a boca». Ellos, ante los desafíos de la crisis, optan por tocar en directo: «Es donde tenemos nuestro futuro, donde disfrutamos y donde está la pasta. Preferimos estar en la carretera que de promoción». Algo en lo que coincide Pau Donés: «La criba va a estar ahí. Los artistas que no sepan defenderse en directo tendrán que desaparecer. Ya no valen los «inventos» de las multinacionales».
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