La crisis se ha cebado en esta familia de Jerez de la Frontera. La ayuda familiar sustenta a sus dos hijos, que viven con lo mínimo a la espera de un futuro mejor
José Manuel y Mónica, con sus dos hijos / DE SAN BERNARDO
José Manuel y Mónica son un matrimonio joven, de Jerez, con dos hijos de 4 y 2 años. El padre de familia vivió los momentos de bonanza económica de la construcción. Asegura que llegó a ganar 3.000 euros mensuales.
Al mismo tiempo, Mónica estaba empleada en la charcutería de unos grandes almacenes. Pero las cosas se fueron torciendo poco a poco y, al quedarse embarazada, se quedó sin trabajo.
Con el sueldo de José Manuel podían salir adelante, aunque ya se habían embarcado en una hipoteca de 370 euros y en un coche nuevo a pagar en varios años.
Hace un año y medio, la crisis empezó a enseñar los dientes y ambos vieron cómo en seis meses el trabajo en la construcción se esfumaba. La pequeña empresa de José Manuel se disolvió.
Con la prestación por el desempleo llegaban apurados a fin de mes, pero al menos llegaban. Desde hace unos meses, sólo perciben los 420 euros de la ayuda familiar, que van destinados a pagar la hipoteca. Se han tenido que deshacer del coche y no encuentran comprador para el piso. Juan Manuel se patea la ciudad en busca de un trabajo, «pero nada de sueldo, sólo pequeñas chapuzas para traer algo de dinero».
Mientras, a Mónica, que lleva temprano a los niños a un colegio público, se le hacen los días y las noches interminables. Explica que, de los dos, ella es la más positiva, «pero cuando me quedo sola en casa por las mañanas, me harto de llorar. Ahora, antes de que termine el mes, tenemos que pagar 18 euros del AMPA del colegio, pero no sé de dónde voy a sacar el dinero. Como vendimos el coche, tengo que llevarlos al colegio en el autobús, pero no sé hasta cuando me lo voy a poder permitir, porque cada bono-bús sale por 18 euros».
De la comida se encargan las madres de ambos y la abuela de José Manuel, «que el otro día se enteró que no tenía ropa para la pequeña, y se presentó con dos chándal». Después de años, Mónica también se ha puesto a buscar trabajo, «pero no hay ni para limpiar escaleras», se lamenta. «Es más, tengo conocidas que limpian y a las están echando porque no pueden pagarles».
