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El miura que se cruzó en el camino de Rafaelillo

El miura que se cruzó en el camino de Rafaelillo

Al bravo Rafaelillo se le cruzó en el camino un buen miura. «Galguero», negro mulato, de 556 kilos. Un toro en el tipo de la mítica divisa verde y grana. Un toro serio, bien armado, alto también, nada atacado de carnes. Y «Galguero» se fue dos veces al caballo, y empujó con fuerza en el primer puyazo. No le hicieron muy bien las cosas en el segundo. Metió la cabeza el toro y el picador -como cada tarde, sean o no miuras los toros anunciados- le tapó inmisericorde la salida, como si llevara mansedumbre en sus entrañas. Y no. «Galguero» embistió con largura a los capotes y llegó a la muleta templado, sin estridencias. Si bueno era por el pitón derecho, mejor y más suave eran sus arrancadas por el izquierdo. Si es que no parecía un miura por aquello de la templanza.

Y a «Galguero» le tocó en suerte un torero aguerrido, curtido en mil batallas, de las más duras siempre. El murciano Rafaelillo consigue cada año reivindicarse jugándose la vida con corridas de las que te quitan la cabeza a poco que te equivoques. Rafaelillo fue a la guerra una vez más. Así planteó su faena. Una faena más contra «Galguero» que a favor de «Galguero». Nada que reprocharle al torero en sus ganas, incluso en su honestidad en busca del triunfo. Hubo emoción que se transmitió al tendido, es verdad; y más cuando llegó una angustiosa voltereta. Hubo temple y largura también en muletazos sueltos por uno y otro pitón, pero más de uno echó de menos ligazón entre un pase y otro; echó de menos series más allá de los tres y el de pecho; echó de menos que le dejara la muleta en la cara a ver cómo respondía el miura... Dejando las cábalas, la realidad fue que tras una estocada y dos descabellos el presidente le concedió una oreja y Rafaelillo dio una vuelta al ruedo más contento que unas pascuas.

De los miuras, el otro bueno, el primero, también fue para el murciano, que anduvo fácil y a favor de obra.

Los aragoneses Jesús Millán y Alberto Álvarez poco pudieron hacer más que demostrar voluntad. Millán se llevó a un segundo que acabó descompuesto ante el que porfió, y un quinto sin fuerza con el que abrevió. Mientras que a Álvarez se le apagó demasiado pronto el tercero, al que comenzó la faena con un valeroso cambiado en los medios, e insistió con el que cerró plaza, espectacular en varas, pero que acabó pegando hachazos en el último tercio.

Variada de juego la corrida de Miura que dejó el mal recuerdo de los pitones desmochados de los dos primeros, y el buen sabor de la calidad de «Galguero».

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