Más allá del PIB
Bruselas trabaja en un nuevo índice, que presentará en 2010, y que medirá de manera compuesta el PIB, la contaminación y otros efectos nocivos para el medio ambiente dentro del territorio europeo
La crisis ha situado en la diana las cifras macroeconómicas y especialmente su medición, basada casi exclusivamente en el PIB. Desde 2007 hay una iniciativa de diferentes organismos internacionales entre ellos la Comisión Europea, el Parlamento Europeo, el Club de Roma o la OCDE para que la riqueza no sólo se mida en términos de PIB, sino que se incorporen también valores medioambientales y sociales.
El PIB, utilizado para medir la actividad macroeconómica desde los años treinta, es simplemente la suma del valor añadido de todas las actividades económicas basadas en el dinero y se calcula según una metodología clara que permite que se realicen comparaciones entre países y regiones a lo largo del tiempo. Sin embargo, los más críticos insisten en que por su concepción y propósito, no puede confiarse en él como referencia en todos los asuntos de debate político ya que, por ejemplo, no mide la sostenibilidad medioambiental o la inclusión social.
Un ejemplo de que algo se está moviendo en este campo se vio el año pasado cuando el Consejo Europeo aprobó el Plan Europeo de Recuperación Económica, por el que entre otras cosas se inyectará dinero público a la economía equivalente al 5% del PIB de toda la UE hasta final de 2010. En ese texto ya se mencionaba que la crisis debería considerarse una oportunidad para diseñar con más firmeza una economía baja en emisiones de carbono y eficiente en el uso de los recursos, así como que se ayudara a los más perjudicados por la crisis. Estos desafíos conllevan la necesidad de establecer indicadores que vayan más allá del comportamiento del PIB e incorporen de manera concisa los logros sociales y medioambientales, como la cohesión social, el acceso y alcance de los bienes y los servicios básicos, educación, salud pública o calidad del aire. Además se debería tener en cuenta el aumento de la pobreza y de la delincuencia o el agotamiento de los recursos naturales a la hora de medir la riqueza de los países.
Ahorro efectivo
Entre las iniciativas puestas en marcha para computar estos nuevos aspectos de la riqueza está la del Banco Mundial, que tiene un cálculo de ahorro efectivo, donde incluye aspectos sociales y medioambientales para medir la riqueza de las naciones. La OCDE, por su parte, dirige el Proyecto Global para Medir el Progreso de las Sociedades que fomenta el uso de indicadores novedosos de un modo participativo. Así, varias ONG han medido la «huella ecológica», lo que algunas autoridades públicas han reconocido como un objetivo para el progreso medioambiental.
Pero entre todas las iniciativas destaca la de Francia, que ha creado una comisión de alto nivel presidida por el Nobel Joseph Stiglitz de la que se espera que determine los límites del PIB como indicador del rendimiento económico y el progreso socia l al tiempo que estudie las informaciones adicionales que serían necesarias para obtener una imagen más adecuada. La comisión, cuyas reflexiones han sido asumidas personalmente por Nicolás Sarkozy, no propugna abandonar el «culto» al PIB como sistema de medición sino completarlo con un conjunto de indicadores que midan las rentas y el consumo de los hogares, el patrimonio, el tiempo libre, educación, sanidad, las desigualdades...etc.
Desapego ciudadano
Una de las razones de que se estén estudiando alternativas al PIB es el desapego que sienten los ciudadanos hacia este tipo de estadísticas. Ahora que Europa empieza a ver la salida del túnel de la crisis en forma de leve crecimiento del PIB en algunos países, es más cierto que nunca que el aumento del PIB por sí mismo no dice mucho ya que los ciudadanos ven cómo el desempleo sigue al alza, su renta disponible no aumenta y los servicios públicos no mejoran. A lo anterior se le añade que, consecuencia directa de la diversificación de las sociedades, los indicadores basados en promedios o en el denominado «consumidor medio» no son suficientes para saciar la necesidad de información de los ciudadanos y de los responsables políticos.
Bruselas trabaja en un nuevo índice, que presentará en 2010, y que medirá de manera compuesta el PIB, la contaminación y otros efectos nocivos para el medio ambiente dentro del territorio europeo,
Las ciencias sociales están desarrollando formas directas de medir la calidad de vida y el bienestar cada vez más fiables y sus indicadores de resultados podrían ser un complemento útil a los indicadores de factores contributivos. Una de las desventajas con que cuentan los indicadores medioambientales respecto a los puramente económicos es su lentitud ya que, mientras los segundos se publican con muy poco retraso respecto al periodo al que se refieren, los primeros tardan mucho más y se ralentiza la toma de decisiones.
Bruselas se ha dado cuenta de este déficit y ha adoptado medidas importantes para emplear nuevas tecnologías al campo de la medición del medioambiente, como es la reciente «web del ozono» de la Agencia Europea del Medio Ambiente, donde se pueden encontrar datos sobre concentraciones dañinas de ozono en la baja atmósfera para que los ciudadanos, por ejemplo, puedan decidir cada mañana si van en coche al trabajo u optan por otro transporte menos contaminante.
En materia social también hay avances porque en muchos países ya se analizan cuestiones como la educación, la salud, la esperanza de vida y varios aspectos no monetarios de la exclusión social. Además, se están desarrollando indicadores sobre la igualdad de acceso a una vivienda de calidad, el transporte y otros servicios e infraestructuras que son esenciales para participar activamente en la sociedad.
Mientras llega 2013, todo apunta a que el PIB, pese a sus carencias, será el principal método de medir la eficacia económica aunque el objetivo de este sistema de medida no es calibrar con previsión a largo plazo los avances económicos y sociales.
Y mientras los políticos se ponen de acuerdo, los economistas tienen ideas claras sobre el peso que debe tener el PIB en la medición de la realidad económica. Santiago Carbó, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada y consultor del Banco de la Reserva Federal de Chicago, recuerda que el debate sobre los sistemas de medición de la economía viene de lejos y que ya existen indicadores relativos de felicidad, satisfacción o de bienestar. Explica que «el PIB es un indicador de valor añadido nacional, una buena forma de entender cómo crecen las economías pero no un indicador de bienestar». Y añade que todos los parámetros señalados (educación, tiempo libre, ...) son importantes pero que lo verdaderamente relevante es para qué sirven estos indicadores y qué grado de legimitidad conceden a una economía. Explica este profesor que no sólo se debate sobre la necesidad de tener como referencia únicamente el PIB, «también la inflación -dice- está en cuestión como objetivo casi único de política monetaria, cuando la estabilidad financiera es tanto o más relevante, y también que el crédito determine completamente la inversión productiva, si el nivel de deuda es ya demasiado elevado. Y como estos, otros muchos indicadores».
Mario Weitz, profesor de la escuela de negocios ESCP Europe y consultor del Banco Mundial, recuerda que los sistemas de medición de la situación económica centran el bienestar en la renta per cápita y cree que el comité Stiglitz enfatiza correctamente que habría que ampliarlo a criterios como la tasa de paro, la inflación, la distribución de la renta y la contaminación. A su entender los parámetros de la renta per cápita tienen problemas serios y cita que no tienen en cuenta la economía sumergida, no clarifican cómo se distribuye la riqueza y no se consideran los efectos negativos de la contaminación.
Progreso y calidad de vida
Juan Pérez-Carballo, director del Máster de Dirección Financiera de ESIC, piensa que ahora se pone demasiado énfasis en el crecimiento económico, medido por magnitudes agregadas, como el incremento del PIB, o medias, como la renta per cápita, y se da menos importancia al progreso, entendido como la mejora de la calidad de vida de la población en sus diversas facetas, no sólo monetarias y que «tan importante cómo medir la actividad económica es medir el bienestar».
Asegura que «los parámetros de crecimiento convencionales generaron una sensación de euforia colectiva que nos hizo pensar que todo iba muy bien» pero opina que «las causas de la crisis se asocian con la falta de regulación y de supervisión de comportamientos empresariales antisociales».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete