La estación de tren de Yaroslavl en Moscú nunca había tenido semejante afluencia de politólogos, expertos y periodistas. Desde aquí parten los ferrocarriles que van hacia el noreste de Rusia. Yaroslavl es la primera ciudad importante en el recorrido de la línea, pero también el puerto de Arjánguelsk o la zona minera de Vorkutá, en la parte noroeste de Siberia. Pese a estar cerca de Moscú, o a que tiene un millón de habitantes y es una de las ciudades del «Anillo de Oro» (las antiguas capitales de los principados medievales rusos), Yaroslavl es una villa provinciana, en donde no se nota demasiado el tirón económico que experimentó Rusia hasta el año pasado.
Por eso, en esa estación es raro ver tal concentración de sujetos trajeados y con portafolios en ristre. Algunos fumando en pipa, muchos de ellos con barba y casi todos con edades por encima de los 50 años. Las mujeres analistas escasean, aunque también se ve alguna experta vestida con elegantes chaquetas de colores chillones. Son los analistas del grupo de Valdái, club creado por el ahora primer ministro Vladímir Putin en 2004 y que lleva el nombre de la localidad rusa en donde se celebró el primer encuentro.
El foro de Valdái está constituido por politólogos rusos y extranjeros. Son invitados a todos los eventos que tienen que ver con la vida política y económica de Rusia y viajan a cuerpo de rey. Tienen pagado todo, el transporte, la comida, el hotel, algunos hasta reciben minutas. Su misión es comentar las últimas iniciativas generadas por el Kremlin,analizar su alcance. Putin los recibió el pasado viernes en Novo-Ogariovo, su residencia de las afueras de Moscú, y ayer partieron hacia Yaroslavl para tomar parte en la conferencia sobre «Estado Contemporáneo y Seguridad Global».
Son los actuales kremlinólogos. Prácticamente todos ellos escribían ya cuando la Unión Soviética existía aún. La opacidad del régimen comunista les obligaba a leer entre líneas e interpretar todo tipo de señales, por ejemplo, el lugar que cada uno de los jerifaltes soviéticos ocupaba en el presídium de un congreso, una conferencia o una reunión del Comité Central. Desmenuzaban los artículos que se publicaban el diario «Pravda».
El régimen ruso sigue siendo hoy día poco transparente y bizantino. Sin embargo, se preocupa por la imagen y procura que lo que escriban los especialistas, al menos los que ellos consideran más relevantes, contribuya a crear una imagen positiva de Rusia, aunque la critiquen. Entre los miembros del grupo de Valdái hay periodistas como Vitali Tretiakov, ex consejeros presidenciales como Andranik Migranián o ex corresponsales extranjeros como Giulietto Chiesa, que escribió muchos años en Moscú para La Stampa y ha sido hasta hace poco eurodiputado. Al club pertenece también Marshall Goldman (Universidad de Harvard), uno de los mejores especialistas estadounidenses en Rusia y la ex URSS.
El viernes compartieron con Putin en Novo-Ogariovo una excelente comida y un vino aún mejor. El primer ministro ruso aprovechó para infundir optimismo sobre el futuro de la economía rusa, sumida todavía en la recesión, y para advertir que cualquier solución militar al problema del programa nuclear de Irán causará una catástrofe.
A la pregunta sobre si competirá con el actual jefe del Kremlin, Dmitri Medvédev, en las presidenciales de 2012, el jefe del Gobierno ruso respondió que no. «Nos pondremos de acuerdo, será el partido -Rusia Unida- el que decida quién será el candidato», afirmó Putin, dando pábulo a todo tipo de conjeturas.

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