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Al Qaida atenta por primera vez contra un miembro de la familia real saudí

Al Qaida atenta por primera vez contra un miembro de la familia real saudí

Al Qaida reivindicó ayer su intento fallido de asesinar al responsable de la lucha antiterrorista en Arabia Saudí, el viceministro del Interior, Mohamed bin Nayef. El ataque es el primero que se produce contra un miembro de la Familia Real saudí, y pone de relieve que la red de Bin Laden sigue muy activa en la patria chica de la mayor parte de los autores del 11-S pese a la dura campaña represiva del régimen.

El atentado se produjo en una de las mansiones de Nayef en la ciudad portuaria de Yedah. El Príncipe recibía la visita de ciudadanos -como prescribe la tradición del ramadán- cuando uno de ellos, que se había presentado como islamista arrepentido, se autoinmoló con una carga de explosivos. Nayef resultó con heridas leves.

El Gobierno saudí no dio apenas detalles del atentado, y se limitó a decir que sólo murió el atacante. Unas escenas de la televisión saudí mostraron horas después al Rey Abdulá visitando al Príncipe Nayef en el hospital. Nayef mostraba un vendaje en varios dedos de la mano izquierda. El viceministro contó que no había querido que el terrorista fuera cacheado, porque consideraba que era un arrepentido, y añadió que el ataque «aumentaba su determinación» de luchar contra el terrorismo en el reino.

Mohamed bin Nayef no es un personalidad cualquiera en la «dinastía de los 7.000 príncipes». Su padre es el todopoderoso ministro del Interior Nayef bin Abdulaziz, hermanastro del Rey y favorito a la sucesión en el trono, dado el delicado estado de salud del actual heredero, el Príncipe Sultán.

Desde que en el año 2003 el régimen saudí se vio obligado a reconocer la campaña de atentados de Al Qaida para derrocar la monarquía de los Saud, los ataques terroristas y la dura represión policial han sido constantes, aunque pocas operaciones han trascendido debido a la férrea censura de prensa que impone el régimen. Riad anuncia periódicamente la captura de islamistas y el éxito de sus programas de «rehabilitación de descarriados», pero lo cierto es que los golpes de Al Qaida son habituales.

Hasta el atentado contra el viceministro de Interior, apodado en círculos diplomáticos el «zar de la seguridad», la Familia Real saudí parecía magníficamente blindada. Al igual que parecen estarlo los otros dos «puntos sensibles» del país: los lugares sagrados de La Meca y Medina y los pozos de la primera potencia petrolífera mundial.

El santuario yemení

El pasado mes de enero, las redes «yihadistas» anunciaron la creación de Al Qaida de la Península Arábiga, una fusión de las ramas saudí y yemení bajo un solo comando, dirigido por el yemení Naser Abdel-Karim al-Wahishi, un colaborador cercano de Osama bin Laden.

Los informes de inteligencia hablan también de un incremento de células de Al Qaida en Arabia Saudí, con la llegada al país de ex combatientes procedentes de Afganistán y de Irak. Al Qaida tendría hoy su santuario en Yemen, en particular en las tres provincias fronterizas con Arabia Saudí bautizadas con el sobrenombre de «triángulo del mal» por la fuerte presencia de militantes islamistas.

Osama bin Laden, en paradero desconocido, declaró en su día la guerra abierta al régimen saudí, al que considera cómplice de Occidente pese al endurecimiento de la Sharía en el país, quizá, más fundamentalista del orbe.

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