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Corbatas

UN amigo croata, profesor de idiomas en Zagreb, se queja de que, entre las palabras del serbocroata que han pasado a las lenguas internacionales de cultura, predominen los tecnicismos incomprensibles que se refieren al paisaje calizo, como karst, dolina o polio. Sin embargo, el vocablo central de la elegancia indumentaria, corbata, tiene que ver directamente con Croacia, y se lo hago notar. Puntualiza Nikola, nacido en Dubrovnik de madre galesa, que los ingleses llaman tie a la corbata y que ya han perdido la forma afrancesada, cravate, que estaba en uso desde el siglo XVIII. Tie significaba «lazo» o «chalina». Cravate alude a las delicadas cataratas de encaje que se desparramaban por las pechugas de los elegantes del siglo ilustrado. No es palabra croata, aunque signifique «croata». Viene del italiano literario corobata, palabra creada por los poetas a partir de un antiguo plural latino, corobati, con el que llamaban los romanos a uno de los numerosos pueblos eslavos del entorno del Mar Negro. Los venecianos, que dominaron durante muchos siglos la costa de Croacia, desde Istria a Ragusa, denominaron a sus habitantes morlacchi, esto es, morlacos, voz que les tomamos prestada para nuestro lenguaje taurino.

Las cravates desaparecieron bajo el Terror jacobino. Se dice que el doctor Guillotin las usaba para calcular los calibres de los cepos de madera indispensables para el buen funcionamiento de su siniestra maquinilla de afeitar. Los revolucionarios franceses suprimieron las cravates, ominosamente vinculadas a la aristocracia, e impusieron la moda del fular distintivo del Tercer Estado, que tanto se prodiga en los cuadros de Delacroix. Lo que llevaban al cuello los soldados croatas del imperio austriaco era un lazo o dogal negro, parecido a la corbata actual, que simbolizaba su servidumbre a los Habsburgo. En algunas tiendas de Dubrovnik pueden adquirirse figuras tipo madelman de soldados imperiales croatas, con sus mostachos y corbatines de gala.

Ignoraba que la palabra polio estuviera tan difundida como afirma Nikola. A los de mi edad, nos evoca la temible poliomielitis. En serbocroata, designa una terraza o llanura de origen glaciar, un tipo de paisaje que abunda en los Balcanes. En un polio, el de Kosovo, presentaba Slobodan Milósevic hace cuatro lustros el programa nacionalista que iba a incendiar la antigua Yugoslavia durante los dos siguientes, con el concurso entusiasta de otros nacionalistas, croatas y kosovares. Para su escalada desestabilizadora, Milósevic hizo acopio de resentimientos variados, como el recuerdo de la «corbata serbia», una especialidad de degüello especialmente desagradable que practicaban (con los serbios) los ustachi de Ante Paveli?, el dictador pronazi de Croacia durante la Segunda Guerra Mundial.

Hay otra palabra del serbocroata que tuvo curso legal en las lenguas de la cristiandad latina: dalmatika, nombre de una vestidura talar asociada a determinadas festividades solemnes de la Iglesia. La inventaron en los enclaves episcopales venecianos de la costa de los morlacos, vulgo Dalmacia, de donde salieron asimismo los perritos moteados de Walt Disney. En el Tesoro de la catedral de Korcula se exhiben algunos primorosos ejemplares de dalmatika con bordados que representan escenas del Evangelio y de vidas de santos. Por cierto, a la boina la llaman en los Balcanes beretka, y se ve mucho por la parte de Bosnia. Como reza la letrilla, «En los Balcanes/usan la boina vasca/ los musulmanes./ No es nada nuevo,/ viniendo, como vienen, / de Sarajevo». Huelga decir que la prefiero a la detestable corbata. Para corbatas, bastan las de Unquera.

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