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Lágrimas de San Lorenzo

TODOS los años, cuando la novena de San Lorenzo, las perseidas salen de paseo y llenan el cielo de un alegre chisporroteo -las lágrimas del mártir- que marca el centro de las vacaciones. Antes, este era el momento de la aparición de las serpientes de verano, de las noticias sin sustancia; pero ahora, en concordancia con la alarma económica, la actualidad tiene que atender las expectativas de cuantos, por padecer el paro o estar en condiciones de llegar a padecerlo, otean las páginas económicas de los diarios con ansias propias de banqueros antiguos: los que, céntimo a céntimo, creaban riqueza en lugar de despilfarrarla por miles de millones.

Ayer, el Banco Central Europeo nos trajo una buena noticia, «la recesión global ha tocado fondo». Para avalar a tan poderosa institución, Alemania y Francia han vuelto a crecer tras un año de no hacerlo. Incluso en Portugal se observa ya el cambio de signo. No es nuestro caso: el Ibex superó los 11.000 puntos, pero «a cuenta» de lo que está por venir. Nuestra gran crisis no es la global, que también, sino la específicamente nacional. Contra esa avanzamos poco.

Los miembros y miembras del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero interrumpieron sus vacaciones y, en sintonía con las perseidas, se dejaron caer en un Consejo de Ministros extraordinario que, además de abrirle la puerta a la TDT de pago -el PSOE siempre paga a sus servidores-, le puso un parche a la situación de desempleo. Los parados que hayan agotado la prestación correspondiente obtendrán, durante seis meses, un nuevo subsidio de 420 euros. La medida, si se le mira bien el diente, tiene más de prevención de conflictos sociales que de solución a un problema, pero bienvenida sea. Aterroriza el dato de más de cuatro millones de parados y de un millón de familias en la que ninguno de sus integrantes tiene salario ni subsidio.

Es higiénico y conveniente cubrir las heridas con un apósito, pero resulta fundamental procurar su total curación. La nueva medida, además de engordar el déficit de Estado, aplaza en seis meses el problema que hoy padecemos, pero será de escasa utilidad si, opinen como lo hagan los «agentes sociales», el Gobierno no se arremanga y acomete las reformas precisas para que, también aquí, la crisis toque fondo. En caso contrario no será San Lorenzo el único en llorar. Formaremos una inmensa legión de llorones.

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