Un día con el Obama afgano
«Los dos basan sus programas en la necesidad del cambio y son personas muy educadas, ¿por qué no vamos a soñar con nuestro propio Obama para Afganistán?». Mohamed Naim tiene 18 años y el próximo jueves votará por primera vez. Lleva desde las siete de la mañana esperando la llegada del doctor Abdala Abdala, ex ministro de Exteriores del país (2001-2006) y aspirante a la presidencia en los comicios del próximo jueves. Este oftalmólogo de 49 años ha revolucionado la campaña electoral con sus viajes a lo largo del país y su discurso populista.
Los viejos M17 rusos se desperezan en la pista del aeropuerto de Kabul. «Karzai apuesta por esconderse en su Palacio, yo vuelo a reunirme con el pueblo», confiesa Abdala Abdala al pequeño grupo de periodistas que le acompañará en su viaje a las provincias de Ghazni y Wardak. Los motores rugen, es la hora de salir advierte el secretario del doctor, «miles de personas nos esperan». Otro de los hombres de confianza del candidato se ajusta su pistola. La campaña de Abdala ha sufrido dos atentados en las últimas semanas y dos de sus colaboradores han perdido la vida en Paktika y Herat.
Pasadas las once de la mañana los dos helicópteros del candidato independiente toman tierra en el distrito de Jaghory, en Ghazni. Sin Policía ni Ejército a la vista, Abdala Abdala sale del aparato y se sienta en una roca próxima. «Una hora por el aire, siete horas si hubiéramos venido por tierra. Hay mucho trabajo por delante, estamos ante la gran posibilidad de sacar al país de las tinieblas», reflexiona en voz alta mientras comienzan a llegar los vehículos de los líderes de la comunidad y una pequeña escolta. «Yo no temo a nadie, a mí me protege Dios», comenta antes de que un grupo de jóvenes con Ak-47 rodeen los helicópteros.
La expedición pone entonces rumbo al lugar preparado para el mitin. Antes de entrar en la aldea, Abdala ordena detener su coche para hacer a pie el último tramo. «¡Bienvenido, Presidente!» comienza a gritar la muchedumbre. «Nunca una autoridad de Kabul había venido hasta aquí», confiesa uno de los presentes. Abdala está a punto de no llegar al estrado ante la marea humana que intenta tocarle, saludarle y ver que ese hombre es de carne y hueso.
El salvador
«El país necesita ser salvado, ¿qué os han aportado cinco años de Karzai?». El público aplaude sus palabras y pide agua, electricidad y carreteras. Los hombres siguen la intervención y las mujeres se reúnen en la parte trasera del edificio para recoger las bandejas de kocha (mezcla de carne y pasta de trigo) que los organizadores reparten entre los presentes como premio por su larga espera. También distribuyen melones y sandías. Abdala pretende cambiar el sistema presidencialista de Afganistán por uno parlamentario, crear la figura de un primer ministro y sus prioridades son «la seguridad y la gobernabilidad», pero estos son temas que se discuten en los despachos de Kabul. Sobre el terreno no es momento para la gran política y se limita a prometer agua, electricidad y carreteras para alborozo general.
Vuelta a Kabul. Abdala Abdala vuelve a darse un baño de masas para montarse luego en un todoterreno y salir disparado hacia la improvisada pista de aterrizaje. Allí le espera un campesino, que nunca ha oído hablar de él, que le reclama los daños ocasionados en su terreno por los helicópteros. Unos minutos de disculpas y cien dólares después las máquinas rusas se elevan llevándose con ellas las promesas de prosperidad del máximo rival de Hamid Karzai.
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