«Los demonios de Berlín»
Ignacio del Valle. Alfaguara. 427 páginas. 20 €

Las novelas que tratan la decadencia, el esplendor y las causas del demencial régimen nazi se multiplican como setas en época de cosecha. Es sorprendente, por lo tanto, que Ignacio del Valle consiga una nueva mirada sobre un tema tan manido. Lo logra por la perspectiva que adopta: la de los derrotados. Lentamente contemplamos cómo los demonios, concretados en el temido avance del ejército rojo y en los continuos bombardeos ingleses y estadounidenses, arrasan una de las grandes capitales europeas hasta convertirla en lo más parecido a un solar. Vemos cómo sus habitantes se desmoronan al mismo ritmo que sus edificios y pierden toda su antigua y venerable prosperidad. Del Valle no juzga sobre la idoneidad de la destrucción, simplemente la muestra, convirtiendo a las figuras que deambulan entre las ruinas en auténticos seres humanos . Uno de los mayores méritos de esta novela es la progresión de ese caos, culminado en un desenlace de indiscutible belleza, lírico y demencial al mismo tiempo.
No puede negarse que «Los demonios de Berlín» es una novela de conspiraciones , centrada en el hipotético desarrollo de armamento atómico por los nazis. También aparecen sociedades secretas y todo el andamiaje característico del género pero, a diferencia de lo habitual, la obra posee una asombrosa dignidad, que la convierte en una reflexión sobre la naturaleza humana y su capacidad de resistencia, absolutamente alejada de los tópicos popularizados por Dan Brown y compañía. En realidad la trama es un simple pretexto –aunque autónomo y fluido por sí mismo- para mostrar la devastación de la guerra e, incluso, investigar las causas que provocaron la mayor masacre de la historia de la humanidad.
La épica y lealtad
El indiscutible protagonista, el militar español Arturo Andrade, es un gran personaje, situado a la altura de los grandes de la novela negra. Un hombre desarraigado, dotado de un extraño sentido del honor, que le impide abandonar a los suyos aunque sepa en el fondo de su ser que la razón no está de su lado. Es un protagonista absolutamente épico, dominado por la lealtad , y así lo demuestra durante toda la novela, incluso cuando muestra su lado más frágil. También debe destacarse el cuidado carácter de los secundarios, que no oscurecen al protagonista pero tampoco carecen de matices.
Técnicamente es una muy buena novela. Prueba de ello es la elección de la primera escena, que cuenta con un magistral uso del espacio, materializado en la utilización de la descomunal maqueta de aquella Germania soñada por Hitler. Son perfectos los diálogos -largos cuando la trama así lo requiere y punzantes en las zonas más intensas- y el ritmo, denso pero nunca lento, adecuado para la combinación de indagación en las causas de la tragedia y progresión histórica que muestra.
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