Malabarismos en el exterior
VIENDO cómo se apuesta por los malabarismos y la inconsistencia, la idea que un observador internacional puede hacerse de las ambiciones exteriores de España no dejaría bien parada la reputación del país, ni la de su actual presidente. Después de la arriesgada apuesta de bendecir el estatus quo de la colonia británica enviando al ministro Moratinos a Gibraltar, el viaje a Caracas no ha sido la mejor opción. ¿Qué política exterior razonable puede tener como objetivo llevarse bien con alguien cuyas escandalosas andanzas en los bajos fondos de la política mundial -y especialmente en Iberoamérica- deberían escandalizar a cualquier amante de la libertad? ¿Y qué valor pueden tener los compromisos contraídos por un dirigente tan imprevisible que, mientras hacía esperar a Moratinos con el pretexto de que celebraba su cumpleaños, ha tenido tiempo de congelar todas sus relaciones económicas y retirar a su embajador de Colombia, además de autorizar el cierre de una batería de emisoras de radio que le critican? El Gobierno sueco está horripilado por lo que ha sucedido con las armas que vendió a Venezuela y que han aparecido en manos de la guerrilla colombiana, en contra de todas las reglas de este mercado tan delicado. Ninguna de las empresas españolas presentes en Venezuela está en condiciones de decir lo que piensa de las ofertas venezolanas; en realidad, todas saben que ese es uno de los lugares más azarosos para invertir, y si les han prometido un «trato preferente» saben que es una condición tan arbitraria como la contraria, que ya les ha tocado conocer. En cuanto a la comisión de estudio para las expropiaciones de los españoles, se trata de otro gesto despótico: es igual de corrupto lo que han hecho robando las propiedades de los españoles como aceptar que se revisen los hechos en unos casos y no se haga lo mismo con los venezolanos también expropiados.
Moratinos piensa sin duda en la próxima cumbre iberoamericana, y en ese sentido no debió haber lanzado el mensaje de que Brasil es un «segundo plato» en su gira, alargando su estancia en Venezuela. España debería tener en cuenta que lo que ha pasado en Honduras demuestra claramente que es un error aceptar sin más lo que sucede en Venezuela o en Bolivia y las injerencias de Chavez en otros países, porque provoca una división social muy peligrosa, tanto allí donde el venezolano se sale con la suya como donde las sociedades se resisten.
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