«Aparcaba la música para hacer de madre de familia y de esposa»

La soprano Montserrat Caballé (María de Montserrat Viviana Concepción Caballé y Folch, Barcelona, 1933) se excusa: «No puedo escoger un solo verano, me es imposible. En cincuenta años de carrera y con toda una vida a mis espaldas, he pasado más de 70 veranos, muchos de ellos inolvidables a nivel personal». Le insistimos y escoge aquellos en los que pudo disfrutar de unos pocos días con la familia en Ripoll. «Pero también recuerdo cuando me casé; fue un verano de gran agitación, en 1964. Para mí ese día fue inolvidable, tanto mis padres como mis suegros estaban vivos, compartimos con amigos que nos han quedado para toda la vida... Fue una boda verdaderamente por amor, y esto es muy hermoso poder decirlo. Lo nuestro, en todo caso, es mérito de mi marido, que fue un hijo ideal para mis padres, un padre ideal para mis hijos y un compañero que me ha sabido ayudar, acompañar y conducir. La verdad es que la felicidad que viví ese verano del 64 anunciaba estos 45 años tan maravillosos que hemos pasado juntos. Ese verano comenzó una etapa que todavía continúa, porque mi marido toavía me ayuda a recorrer mi camino».
La gran cantante catalana insiste en que tampoco olvida «ese primer verano que pasamos en nuestra finca de Ripoll, en 1974, cuando nuestros hijos eran muy pequeños. Nos reuníamos con toda la familia, con mis sobrinos... Recuerdo haber aparcado la música para dedicarme a hacer de madre de familia y de esposa amante. Quería cocinarles porque, aunque lo hago fatal, me hacía una gran ilusión que los sobrinos me pidieran que les hiciera una salsa de limón que me quedaba muy buena».
Pero para ella, sin duda, los veranos eran sinónimo de trabajo: «Por eso, mientras pude, me llevaba a mis hijos conmigo. Recuerdo el verano de 1980, cuando canté «Semiramide» en Aix-en-Provence, con mis dos hijos metidos en la cama ayudándome a memorizar la ópera. Ese año coincidimos con Julio Iglesias en el hotel, y los recuerdo asomados en el balcón saludándolo en cuanto podían».
A la gran diva española los veranos también le traen recuerdos amargos. «Nunca olvidaré el verano en que falleció el hermano mayor de mi marido (1977); estaba cantando «Ro-berto Devereux», también en Aix, y nos enteramos en medio de la función. Como tenía más funciones, y al ver que no me dejarían viajar, acabé la ópera, me desmaquillé y nos marchamos en coche viajando toda la noche para estar en el funeral al día siguiente. El verano de 1987 también fue muy triste: estaba cantando «Ermione» en el Festival Rossini de Pesaro, y mi madre seguía muy grave después de haber sido operada de cáncer. Hice mi última función en Pésaro, me fui a Helsinki y fue entonces cuando mi falleció. Fue terrible. Y también en verano».
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