Menores calientes

En «El Estado cultural» escribe Fumaroli: «Bajo Malraux estuvieron de moda las puestas en escena «brechtianas» y la crítica «brechtiana», y se adoptó la costumbre de torturar a los textos clásicos a fin de hacerles confesar que por fin habían comprendido el sentido canónico de la historia». Este párrafo le viene como un guante al mundillo de ese mirandés gallego afincado en Barcelona para representar en Madrid que es Calixto Bieito, al que Gallardón, que cree tener en Alicia Moreno a su Malraux, toma por Brecht. Esta vez, Bieito presenta su desguace de «Carmen» en El Escorial. ¿Por qué «Carmen»? «Porque «Carmen» es el primer crimen de violencia de género puesto en escena». Conque «violencia de género», ¿eh? Ya conocemos la consigna: «Ista, ista, ista, Zapatero feminista». Salvo que el macho agresor sea menor, claro, porque, antes que feministas, los progres son menoristas. Las violaciones obra de menores se suceden, pero contra eso no se debe ir porque el mantra manda que no se puede legislar «en caliente». Si acaso, y siempre que se los vea decididos a consumar la violación, facilitarles un condón. ¿Y qué quiere decir «en caliente»? ¿Mientras permanezcan «empalmaditos»? Por «en caliente» uno entiende, sin ir más lejos, escribir «cachaba» por cachava, como en este mismo folio hice yo ayer, solecismo merecedor -pues ya no soy menor- de una tunda de cachavazos como las que se repartían en las ventas del Quijote. ¿Pero qué clase de legisladores son esos -por cierto, la mayoría de ellos con sobrepeso- que no pueden legislar «en caliente» una violación porque se quemarían el dedito y porque en «El País» los llamarían «irreflexivos y primarios»? Es decir, que para poder ser abucheado en la «Carmen» de Bieito como reo de «violencia de género» hay que tener cumplidos los dieciocho años, cierto aspecto flamenquista y un certificado de mala conducta feminista en regla. Hasta un minuto antes de esas edad, los chiquillos de lanza en astillero pueden engorilarse con quien les pete.

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