Afghan Star

ASISTÍ a la inauguracíón de Visual 09 (Festival audiovisual de Majadahonda), en la que proyectaron un documental firmado por la directora iraní Havana Marking, que previamente había sido premiado en Sundance. Es difícil deslindar el cúmulo de emociones y de información que nos brinda. Llevamos muchos años recibiendo noticias de Afganistán, y quizás nos hemos acostumbrado a considerarlo un lugar lejano en el espacio y casi en el tiempo, habitado por seres de otra cultura, de otro planeta, casi de otra especie. Es increíble, porque nuestros soldados luchan y mueren allí, y lo normal sería que nos llegara información de primera mano, pero lo cierto es que, pese a estar involucrados, no conozco a nadie que se haga preguntas al respecto. Afghan Star no se hace tampoco preguntas sobre la guerra, pero nos sitúa de lleno en el corazón, difícil y tembloroso, de la paz naciente, sólo posible todavía. El guión es simple, pero apasionante: se trata de seguir el proceso desencadenado por una televisión independiente y rudimentaria, que organiza un concurso del estilo de Operación Triunfo o Salto a la fama. Somos testigos de las vicisitudes de cada uno de los aspirantes y acompañamos a sus seguidores. Entre ellos, tres mujeres especialmente valientes —una de ellas, adorable y temeraria—, que desafían todas las convenciones.
Y lo que ocurre es lo siguiente: poco a poco vamos sintiendo, vamos sabiendo que aquel país caótico e incomprensible no está tan lejos, que esa cultura lastrada por tantos condicionantes no difiere tan sustancialmente de la nuestra, y que ese niño podría ser nuestro sobrino, esa abuela nuestra abuela, esa cantante intrépida nuestra hermana, o nuestra novia. En un momento dado, un recordatorio de lo que era la música pop en Kabul en los años ochenta nos certifica el paralelismo: las distancias que ahora nos parecerían insalvables eran mínimas hace tan solo treinta años. Dice un buen amigo, gran cinéfilo, que hoy en día las grandes pantallas deberían reservarse a los documentales. Creo que tiene razón, que estamos hoy más necesitados, estética y espiritualmente, de realidad sin aditivos que de ficciones sazonadas. Afghan Star es uno de esos documentales que saltan la barrera de la especialización erudita y que merecerían llegar al gran público. Su alcance es universal, pero creo que a los españoles nos incumbe de forma especial. Los españoles seguimos siendo, nos guste o no, mutilados de guerra.
A cada paso que damos, lo recordemos o lo olvidemos, pisamos la sangre de los mártires. Y ahora que sopla un viento de hastío, de incredulidad y aburrimiento por nuestras calles, una torva depresión que amenaza con agostar nuestro espíritu de libertad, nuestra alegría de estar juntos, no quiero dejar de avisar que en Afghan Star, entre las ruinas, brota un manantial, un elixir que deberíamos beber sin más dilaciones, y que se llama esperanza.
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