Los Eloi y los Morlocks
Del orgullo gay de Madrid al aquelarre tomatero en Barcelona, donde dieciocho mil «emos» arrancaron del palco cinco orejas por seis toros (la mitad, al parecer, inválidos), no sabemos si entre ellos el sobrino del entrañable «Idílico». ¿Pero por qué este hombre no coge seis toros de su tío el de Galapagar y se marcha a Bilbao a despacharlos? Por su público, que prefiere Barcelona a Bilbao. La crítica cabal habla de triunfalismo. Seguramente. Bien mirado, estamos ante el caso de la gallina y la sardina: mientras la gallina pone un huevo y lo cacarea, la sardina pone un millón y no se entera nadie. Desde el triunfalismo, cinco orejas en Barcelona equivalen a una vuelta al ruedo en Madrid o a un saludo desde el tercio en Bilbao. Núñez, el de Efe, que habla de un gallo de corral en el ruedo, como en Arévalo, y de unos mulilleros roneadores, como en Morata de Tajuña, enseña, detrás de la oreja, la mosca: el matador brindó a su cuadrilla, y eso puede significar otra despedida. ¿Y se va a ir sin haber pisado una feria de Sevilla, de Madrid, de Bilbao, de Pamplona...? ¿Qué será de su público? «Desgraciadamente —le decía Luis Miguel a Ruano—, quien entiende menos de toros es el público que va a los toros. Lo da el ambiente. Una posible individualidad buena produce una colectividad feroz. Suponga usted que llenaran los tendidos veinte mil filósofos. Pues en la plaza son veinte mil burros». Como el público del orgullo gay en Madrid, donde el género humano parece dividido en dos especies: en lenguaje borgiano, los Eloi, aristócratas delicados e inermes, que pasean en ociosas cabalgatas y se nutren de fruta; y los Morlocks, estirpe subterránea de proletarios, que, a fuerza de trabajar en la oscuridad, han quedado ciegos y que siguen poniendo en movimiento, urgidos por la mera rutina, máquinas herrumbradas que no producen nada, como las del Plan E. El sindicalismo de clase (Méndez&Toxo) está con los Eloi. ¿Habrá leído Gallardón a Wells?
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