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Menuhin, 18 años, debuta en España

Menuhin, 18 años, debuta en España

El acontecimiento de la temporada será la actuación del violinista Yehudi Menuhin. Este artista, que acaba de cumplir la edad de dieciocho años, se encuentra en Australia, desde donde vendrá directamente a España. Menuhin está universalmente considerado hoy como el mejor de los violinistas de todos los tiempos. Desde luego, las sumas que percibe este artista y los precios que se fijan a las localidades para sus conciertos no han sido igualados nunca por ningún artista musical. En España, como concesión especial, percibirá la suma de 2.500 dólares por cada concierto, más un porcentaje sobre los ingresos. Por tanto, la decisión de presentarle en Madrid es bastante arriesgada, ya que cada concierto costará, entre honorarios del artista, gastos de teatro, impuestos y propaganda, cerca de 25.000 pesetas.

Menuhin actúa en público con el mismo éxito y con los mismos fabulosos honorarios desde la edad de diez años, cuando actuó por primera vez en Berlín, en 1927, con la Orquesta Filarmónica. Obtuvo en 1933 y 1934 el premio «Candide», para el mejor disco de gramófono, cediendo a los músicos pobres los 10.000 francos de este premio.

Menuhin, el violinista prodigio de ayer y genio de hoy, actúa en Madrid, en el Calderón, el 6 y 11 de diciembre, para los que está abierto un abono en Daniel, Madrazo, 14. Entre los abonados figuran ya las señoras duquesas de Montpensier y Parcent; marqueses de Bolarque, Castelnuevo, Castelar, Palomares; Sres. de Alvear, Kochertaler, Otamendi, etc.

Y llegó el día del concierto

Una anécdota al respecto de la actuación de Menuhin. Que no va de cuento; va de historia, de la que existen testigos: hace una veintena de años, la reputación hacía de Caruso el primer tenor del mundo. Así lo proclamaban todos los públicos, menos el de Madrid, que no oyó al célebre artista italiano.

Para que le oyese Madrid, una Empresa del teatro Real hizo gestiones directas, a fin de que Caruso viniese a cantar algunas óperas. No lo consiguió, porque Caruso razonó así su negativa: «Tengo entendido que Gayarre no cobró nunca más de cinco mil pesetas por función. Yo no puedo cantar por esa remuneración, porque es bastante más lo que abonan las demás Empresas. Si ésta me pagase lo que las otras, tendría que elevar el precio de las localidades: el público tendría derecho a exigirme más que a Gayarre, y yo no pretendo tener mejor voz ni mayor arte que Gayarre. Para que me oiga Madrid y para proporcionarme yo el gusto de conocer al público madrileño no tendré reparo en cantar gratuitamente en una función a beneficio de los pobres...».

La función benéfica no pudo organizarse, porque en aquella temporada el teatro Real cambió de Empresa...

No creemos que Sarasate percibiese más de mil duros por concierto. Lo que sí sabemos es que Sarasate fue el mejor violinista del mundo. Así le proclamaron todos los públicos, incluso el de Madrid, que le oyó muchas veces y le aplaudió con frenético entusiasmo, y ya había aplaudido a Monasterio y aplaudió después a eminencias nacionales y extranjeras, como Fernández Bordas, Kubelik, Quiroga, Huvay, Kreisler, Isahe, Manen Heiftz...

Claro es que no son los grandes artistas los que ponen precio a su trabajo; son las Empresas y a éstas las mueve la competencia a elevar la remuneración, pero, en definitiva, es el público el que paga, y, como decía Caruso, esta circunstancia le autoriza a ser más exigente.

Así el auditorio que tuvo en el teatro Calderón el joven violinista Yehudi Menuhin se mantuvo reservado en la primera parte, no porque se acordase del dinero que había dejado en la taquilla a cambio de una localidad, sino en actitud expectativa, ya que el reclamo había sido ciertamente inusitado.

La sala estaba brillante; literalmente llena de público. Muchos caballeros lucían claveles en la solapa de su americana, como obsequio recibido al entrar en el teatro. Damas y damiselas miraban con curiosidad al concertista, que vestía de americana y se peina como si encomendase esta tarea a los gatos.

El primer número del programa era el delicioso «Concierto», de Mozart, en sol mayor, y aunque Menuhin, acompañado al piano por Marcel Gacelle, hizo gala de su gusto exquisito en la expresión y de un mecanismo perfecto, los oyentes no se entregaron a arrebatos de entusiasmo. No fue así a la terminación de la «Partita en re menor», de Bach, para violín sólo. Entonces los unánimes aplausos y bravos se impusieron y las ovaciones se sucedieron imponentes, obligando al artista a comparecer seis veces en el proscenio.

A. M. C.

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