«La reina en el palacio de las corrientes de aire»
Stieg Larsson. Ediciones Destino (Madrid, 2009). 864 páginas. 22, 50 euros

Atribuimos el término best seller a aquellos libros que surgen de las mentes especulativas de los editores que en su afán lucrativo pierden el sentido para el que nació y creció la literatura. Pero seguramente tenemos que recordar que también «El Quijote» o «Rayuela» perviven en las listas de best sellers y no por ello desprestigiamos las historias que cuentan. Así que quizás los millones de lectores de todo el mundo enganchados a esta trilogía de tintes policíacos no seamos del todo tontos. Quizás ser parte de esta interminable lista de seguidores no nos convierta en cifras para no valorar el talento del autor. Tal vez y sin que sirva de precedente, el elevado volumen de ventas no esté reñido con la calidad. Porque si algo desprende esta «tristemente inacabada» saga es la conjunción del entretenimiento y la buena prosa.
Stieg Larsson ahonda en conflictos y situaciones que sirven de telón de fondo de unos personajes psicológicamente muy bien definidos con una escritura rápida, concisa; pero llena de matices. El relato de los hechos envuelve al lector en una espiral de entramados jurídicos y políticos sorprendentemente documentados, donde la corrupción y la vulneración de los derechos civiles chocan entre sí. El autor consigue mostrarnos una sociedad sueca diferente a la que creemos conocer. Se desmorona la idea del «perfecto estilo» de vida y del sentido estricto de la ética y la moral escandinava. Muestra una sociedad con fisuras, con desigualdades; pero al mismo tiempo un país que se remueve ante las acciones de sus representantes políticos. Todo este contexto social regresa a nuestra imaginación de la mano de los grandes protagonistas de los tres libros.
Lisbeth Salander
En
«La reina en el palacio de las corrientes de aire»
Si bien el libro, puede resultar en ocasiones previsible, el lector no permanece en una actitud pasiva. Se trata de la consecución lógica de los hechos y nadie los cuestiona. Se exige de nosotros que empleemos la imaginación, que atemos cabos, que sigamos pistas y que busquemos alternativas. Todo por ayudar a Lisbeth. Porque no nos engañemos, esa sociópata, retraída y de trato difícil, se hace querer. Porque el autor ha conseguido que personajes arquetípicos adquieran una profundidad humana en un trasfondo difícil que podría tacharse en ocasiones de «peliculero». No sé si resulta del todo verosímil ese «playboy nórdico» al estilo MacGyver llamado Michael Blomkvist o ese cliché de «ejecutiva agresiva» que nos dibuja con el personaje de Erika Berger o incluso sería cuestionable la inteligencia sobrehumana de Lisbeth. Pero algo tendrán que tener para que todos hayamos esperado con ansia este último mamotreto de más de 800 páginas.
No pienso destripar ni una pequeña porción de este libro, estaría destrozando muchos maravillosos viajes en metro. Sólo lamento una cosa y es que con la muerte de Larsson nos quedamos no sólo sin Lisbeth sino sin la verdadera protagonista de Millenium: Camilla. Esa hermana desaparecida entre las páginas de los tres primeros libros que no sale de mi cabeza.
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