El policía y el ertzaina
Soy más bien pesimista sobre el final de la tragedia vasca. Tiendo a pensar que algún Zapatero, éste o cualquier otro, acabará llevando la negociación con los terroristas hasta el final, los asesinos culminarán su historia criminal sentados en las instituciones y sus crímenes pasarán a la historia reivindicados y legitimados. Pero, de vez en cuando, se renueva mi esperanza de un final alternativo cuando algunos ciudadanos vascos me llevan a pensar que esos Zapateros quizá no tengan su oportunidad. Que no les dejarán, que la sociedad acabará con sus tentaciones de dejación.
Con tipos valientes e insobornables como los dos hermanos Puelles, el policía nacional y el ertzaina, capaces de romper con uno de los tabúes más fuertes del nacionalismo etnicista. El que excluía la unión y la identificación pública de los símbolos de la vasquidad y de la españolidad en una familia, en un mismo objetivo, en unos mismos valores. Porque la Ertzaintza es rechazada por ETA, sí, pero es aceptada como parte de la etnia, de la vasquidad oficial, de la misma forma que la Policía Nacional y la Guardia Civil siempre fueron El Otro. De ahí que a lo máximo que se hubiera llegado hasta ahora dentro de las fronteras impuestas por la etnia vasca es a los personajes de los dos hermanos de la serie de humor «Vaya Semanita», el ertzaina y el militante de Batasuna, el chico de orden y el «borroka». Ambos opuestos, ambos enfrentados, pero ambos miembros de la etnia, vascos, al fin y al cabo, y no españoles.
Los hermanos Puelles han roto con ese tabú, quiero creer que definitivamente. La impresionante reivindicación del ertzaina Josu Puelles de la heroicidad de su hermano policía nacional, de Eduardo, pone patas arriba la asfixia étnica de los nacionalistas. Ambos vascos, ambos españoles, ambos policías en la defensa de la libertad. Ambos gudaris, como dice Josu, frente a los asesinos.
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