Torres y topos

Agitado por Itziar Reyero, el arquitecto Peter Eisenman ha dejado caer otra de sus nueces vanas: Madrid, dice, no necesita «esas torres», porque Madrid, según su punto de vista americano, es una ciudad «para estar a ras de suelo». ¿A ras de suelo? ¿Como los topillos? Para andar a ras de suelo ya están los túneles de Gallardón y la topera zapateresca de la Puerta del Sol, la única obra humana que hoy garantiza un puesto de trabajo de por vida. Es fama que los Nuevos Ministerios de Zuazo sólo se terminaron cuando Franco se presentó en el Consejo de Ministros con el ABC doblado por la página del chiste de Mingote, que había dibujado a un guarda de las obras que presumía de tener un empleo «para toda la vida». La topera de la Puerta del Sol es la gran muralla china del Régimen escarbador de Zapatero y tiene poco que ver con Madrid, al contrario que las Cuatro Torres del primer florentinato, Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham, cuando el Madrid era una fiesta. El Progreso no es Zerolo, que parece salido del baúl de la Piquer, sino Florentino. Siendo concejal de Madrid, Florentino cambió las «Sanglas» por las «Guzzi» de los municipalones, que, si fuera por Zerolo, irían en bici. Y siendo presidente del Madrid, cambió a Perica Ognjanovic y a Geremi Ndjitap por Luis Figo y Zinedine Zidane. ¿Qué sabe de eso Peter Eisenman? Su visión del «a ras de suelo» la habrá sacado del «New York Times», el periódico que para vender pintoresquismo español dice que en Madrid es corriente encontrarse con reyes y toreros tirando las mondas de las gambas al suelo de los mesones, gracias a lo cual (y al retrato ecuestre de su reportera Victoria Burnett al alcalde de Marinaleda en plan novia de Woody Allen en «Bananas», pero en serio) aspiraba este año al Príncipe de Asturias de la Comunicación. A los americanos, pues, les gusta de Madrid el suelo, pero los madrileños prefieren el cielo. Y peores cosas que se dijeron de El Escorial no se van a decir de las Cuatro Torres.

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