El molesto bicho de UPD
CON CAJAS TEMPLADAS
Cuando el comentarista polĂtico madruga para enterarse de lo ocurrido en el mundo, traza una raya roja en el suelo. A medida que la actualidad brota de los periĂłdicos, la va poniendo en su sitio: tal cosa a un lado de la raya, que beneficia a los mĂos; esto al otro lado, que los perjudica. Como no levanta los ojos del suelo, es incapaz de comprender. Ante sus narices se gesta un partido polĂtico, proceso sembrado de dificultades conocidas: desconocimiento ciudadano, boicoteo de los bancos, olvido de las casas de apuestas -perdĂłn, de encuestas-, ninguneo de los medios. En un primer momento el comentarista lo desprecia, confiado en que los obstáculos malograrán el proyecto sin mayores molestias. Cumplida esa etapa por UPD, conocido como el partido de Rosa DĂez, un dĂa la enmohecida inteligencia del columnista no tiene más remedio que asombrarse: ¡con una participaciĂłn veinte puntos menor en las elecciones europeas, los votos de UPD aumentan un 45%! Sean cuales sean los suyos, se irrita: el PP pierde el monopolio de la crĂtica al nacionalismo; el PSOE e IU, la explotaciĂłn de valores laicos y progresistas. El columnista se ve abocado a prestar atenciĂłn al molesto bicho, pero ÂżquĂ© clase de criatura es Ă©sta que no se amolda al imperativo de su raya? Desconcertado, siembra desconfianza, habla de populismo, oportunismo y hasta de «fuga» de votos. La pequeña palabra lo delata: revela su aficiĂłn a la democracia carcelaria, su respeto por los votantes con grilletes, su nostalgia de los tiempos en que la raya fue instrumento idĂłneo del análisis polĂtico.
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