Miembro de la Resistencia, Poltawska fue encerrada en un campo de concentración donde los nazis hacían experimentos médicos con seres humanos. Juan Pablo II la ayudó a superar el trauma de tal experiencia y desde entonces se forjó entre ambos una espiritual amistad de por vida
Wanda Poltawska: la confidente de Wojtila
En la Polonia ocupada por los nazis, Wanda era una muchacha de 18 años activa en la resistencia hasta que fue arrestada por la Gestapo en 1941. Aunque la torturaron, no delató a nadie, por lo que fue enviada al campo de concentración femenino de Ravensbrück, en Alemania, donde terminó siendo una de las «cobayas humanas» polacas para los macabros experimentos del doctor Karl Gebhardt, que solían terminar con la muerte de las mujeres.
Wanda sobrevivió cinco años en ese infierno, donde se eliminaba a las trabajadoras enfermas y donde, según recuerda, «dejaban dar a luz a las embarazadas, y después echaban a los niños al fuego. Evitaban los abortos para no perder días de trabajo».
En una entrevista con el diario italiano «La Stampa», la doctora Poltawska, de 88 años, recuerda que conoció al joven sacerdote Karol Wojtyla «en 1950, cuando yo estaba atormentada y destruida. A las cobayas humanas nos llamaban “conejas”. En aquel campo de concentración comprendí que el hombre no es automáticamente imagen de Dios, sino que debe esforzarse por serlo». El vicepárroco de San Florián «fue mi confesor, y me ayudó a salir del dolor atroz del “lager”. Gracias a él dejé de sentirme culpable por haber sobrevivido a aquellas mujeres».
Tío Karol
Wanda y su marido Andrei, los dos médicos psiquiatras, se incorporaron al grupo de hombres y mujeres que compartían largas excursiones de montaña con Karol Wojtyla para hablar de Dios, de filosofía y de antropología en un clima más tranquilo, lejos de la vigilancia comunista. No le llamaban «padre» sino «tío Karol», que resultaba más discreto.
Así nació una amistad fortísima que ha durado toda una vida y ha producido centenares de cartas en que Karol firmaba «fr» por «hermano», pues se consideraba «adoptado» por la familia de Andrei Poltawska y Wanda, con cuya ayuda profesional escribiría «Amor y responsabilidad» (1960) y «Persona y acto» (1969).
Aquellas reflexiones sobre el amor humano fueron el origen del Instituto de Teología de la Familia de Cracovia, que dirigiría Wanda, y de las 130 catequesis de Juan Pablo II sobre la «teología del cuerpo», una página todavía poco valorada de su Pontificado.
En un mundo anterior al correo electrónico y los teléfonos móviles, lo normal era escribir, y el joven Wojtyla lo hacía en abundancia: poemas, obras de teatro y ensayos. Después, como sacerdote y obispo, escribiría homilías, ensayos y cartas. Miles y miles de cartas en las que siempre había cariño hacia el destinatario.
La doctora Wanda Poltawska, asegura que «desde el primer momento en que le vi estuve segura de que sería santo. Irradiaba una luz interior imposible de esconder. Tengo una maleta llena de cartas suyas, pues no he destruido ninguna. No puedo revelar cuántas he entregado a la causa de beatificación».
Y aquí surge el problema. Para el proceso de beatificación de Juan Pablo II el Vaticano quiere copia de todas las cartas porque, según el cardenal José Saraiva Martins, «en el futuro, cualquiera podría objetar que no se examinó toda la documentación». El ex prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos insiste en que «es un caso especial. Un epistolario de 55 años es una narración continua y no basta con conocer sólo una parte. Es preciso estudiarlo entero para conocer mejor la figura humana de Karol Wojtyla y evitar posibles polémicas en el futuro».
Hasta ahora, Wanda, la «querida Dusia» o «querida hermana» como la llamaba Karol Wojtyla en sus cartas, se resiste a entregar esa correspondencia. El cardenal de Cracovia, Stanislaw Dziwisz, quien a su vez era como un hijo adoptivo de Karol Wojtyla durante las cuatro décadas en que fue su secretario personal, le insiste en que las entregue cuanto antes para no retrasar un proceso que podría elevar a Juan Pablo II a los altares en la primavera del 2010, quinto aniversario de su muerte. Pero Wanda se resiste. Y no es fácil convencerla.

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