
Domingo, 07-06-09
POR SERGI DORIA
BARCELONA. Abducidos por la sociedad del simulacro, hoy resulta improbable que una imagen valga más que mil palabras; el único axioma vigente es que la realidad supera -siempre- a la ficción. Los medios de comunicación nos recuerdan cada segundo que la crisis económica puede enredar nuestras vidas en una trama negra. Si la curiosidad es el aditivo que brinda juegos para aplazar la muerte, el género negro, criminal o policial sustancia lecturas adictivas. El gran reportaje periodístico y los mejores libros de Historia nacen de la indagación detectivesca.
Aportemos pruebas. Antes de superventas de serie negra -premiado en Barcelona con el premio Carvalho-, Michael Connelly fue periodista de sucesos. «Llevo más de treinta años observando a los detectives y todo empezó por un solo momento. Las mejores cosas que he presenciado, llevado a mi imaginación y que luego he sembrado en mis ficciones las percibí en momentos». En «Crónicas de sucesos» (Ediciones B), el creador del detective Harry Bosch recupera los hechos reales que inspiraron sus novelas. Momentos... A los 16 años, Connelly era lavaplatos en un hotel de Florida; una noche, al volver del trabajo, observó a un tipo que corría como si escapara de «algo»... El hombre se quitó la camisa, la arrugó como si envolviera «algo» y arrojó el paquete bajo unos setos. El primer «algo» era un atraco con víctimas; el segundo «algo», una pistola. Aquella experiencia alentó su pasión por lo que el periodismo decimonónico denominaba fait divers. Años después, retornaría a las comisarías como reportero: «La ironía del periodismo policial -quizá del periodismo en general- es que las mejores historias son las peores. Las calamidades y las tragedias son las historias por las que viven los periodistas. Pone a hervir la adrenalina en su sangre y puede quemarlos jóvenes, pero aun así es un hecho incuestionable de la profesión. Su mejor día es tu peor día».
Su primera crónica criminal apareció en 1981 en el Daytona Beach News-Journal. Connelly se topó con un asesino en serie al que siguieron otros que, incluso, le dieron conversación. Como el siniestro Jonathan Lundh: «Era listo, sabía expresarse y era muy manipulador. También era misógino». Llamaba al periodista desde la cárcel. A todas horas. Le sonsacaba sobre la investigación policial. «Recuerdo que le colgaba el teléfono cada vez y podía sentirme afortunado de que no sólo nos separara la línea telefónica, sino también el acero y el hormigón de la prisión. Ninguna persona con la que haya hablado en mi vida daba más miedo que Jonathan Lundh», confiesa el escritor.
Entre las «Crónicas de sucesos» de Connelly, la más significativa literariamente es «La Llamada»; su empatía con el cansancio del investigador en sus pesquisas maratonianas caracterizó al detective Harry Bosch, protagonista de novelas como «Hielo negro», «El Poeta», o «Deuda de sangre» (llevada al cine por Clint Eastwood).
Más hechos reales. El británico Norman Lewis (1908-2003) fue el primero en abordar con rigor histórico el fenómeno mafioso en «La Honorable Sociedad» (1964). Recopilación de sus reportajes en The New Yorker, la obra ve por fin la luz en español editada por Alba. Al calor real de Lewis crecieron obras cumbre de la literatura criminal como «El Padrino». La etimología lo dice todo. «Mafia» significa en árabe «lugar de refugio» y tiene que ver con el papel supletorio de la Cosa Nostra como protectora y proveedora de servicios frente al Estado.
Pruebas, más pruebas. El 10 de julio de 1943 las fuerzas norteamericanas desembarcaban en Sicilia, cabeza de puente de la reconquista de Italia y ocaso del fascismo mussoliniano. «El blitzkrieg más rápido de la historia», en palabras del general Patton. Contaban con la colaboración entusiástica de Calogero Vizzina, don Calò, capo mafioso de Sicilia y de su número dos, Genco Russo. Era la venganza contra Mussolini. El Duce no toleraba alternativas al Estado totalitario. La banderas que ondearon en el pueblo de don Calò llevaban la L de Lucky Luciano, declarado culpable aquel mismo año en Norteamérica por 62 cargos de proxenetismo y dispuesto a reducir pena por «servicios prestados a la nación».
Tras la liberación de Italia, las alcaldías sicilianas fueron copadas por la Mafia. La Honorable Sociedad fue mutando como los tumores malignos: «Muchos gángsters de Estados Unidos habían sido privados de la nacionalidad y devueltos a Sicilia, donde inmediatamente pasaron a ocupar cargos destacados en la jerarquía mafiosa». Otra generación más cruel: «Estos jóvenes de camisas claras y corbatas chillonas, que mataban por un precio fijo de doscientas mil liras, desconocían por completo la habilidad para el autoengaño que tanto caracterizaba a hombres del calibre de don Calò Vizzini...». Crimen y política. La guerra continúa.