El brazo blando de la ley

Lo más increíble de la monumental pifia amén del ridículo protagonizados por el Tribunal Constitucional con la lista proetarra es la justificación posterior. Aquello de que la discrepancia del Constitucional respecto del Supremo demuestra que funcionan las garantías del Estado de Derecho. Que es como decir que las garantías de la Policía funcionan cuando el jefe da por bueno el documento falso de un delincuente previamente rechazado por el agente. Y el delincuente se escapa, y todos tan contentos, felicitándonos por las imbecilidades, las del jefe de la Policía en este caso, que permiten la salvaguarda de las garantías del Estado en forma de huida triunfal del criminal. Que, además, nos hace tururú desde las páginas del Gara.

Y luego en este país le organizamos un escándalo nacional al juez Tirado porque no encarceló a tiempo a un delincuente. A pesar de que en su caso había atenuantes de peso como la responsabilidad de otros funcionarios y la sobrecarga de trabajo de su oficina judicial. Mientras que el Constitucional se va de rositas porque no podemos pedir su dimisión o su suspensión aunque sean mucho más merecidas que las de Tirado. Porque la responsabilidad es exclusivamente suya y porque han tenido el tiempo y los recursos necesarios para acertar.

Y, sobre todo, tuvieron y tienen la experiencia para conocer los mecanismos usados por ETA desde hace muchos años para burlar a los policías y a los jueces más ingenuos o menos preparados. Como doy por supuesto que los miembros del Constitucional no son tontos ni carecen de experiencia, me temo que nos encontramos ante la enésima experiencia del brazo blando de la ley. Del melifluo, del dubitativo ante el totalitarismo etarra. Aquello de cómo va usted dejar sin representación a éstos ciudadanos que apoyan la eliminación física de los oponentes. O hay que garantizar la exaltación del crimen.