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En el abismo de la escritura

Con José-Miguel Ullán perdemos a uno de nuestros más grandes poetas en la lengua española, porque tenía una clarísima conciencia de que nuestra literatura era de ambas orillas, no sólo de los españoles, sino de todos los que hablan este idioma en el mundo. Por tanto, es el duelo de un poeta muy conocido en España, pero con gran repercusión en Hispanoámerica, sobre todo, en los países que más frecuentó, Argentina y México, en particular este último, donde fue uno de los principales promotores y ensalzadores de su cultura. En toda Hispanoamérica esta noticia ocupará un lugar destacado en la prensa cultural.

Perdemos un poeta de gran dimensión, admirado y querido por Octavio Paz, que veía en él a uno de esos grandes hijos literarios que siempre buscó. Era un poeta exigente, cercano al hermetismo, a la mística, pero enraizado en lo contemporáneo. Conocía muy bien las vanguardias, el periodo de entreguerras, el surrealismo, la poesía de la imagen... En su vida estuvo presente la literatura, pero, además, era un amante del arte.

Poesía y trascendencia

Ullán era un poeta sumido en el abismo de la escritura, que no sólo buscaba nuevas palabras e imágenes, sino que también limpiaba de incorrecciones e inexactitudes el lenguaje literario, esas manchas con las que el lenguaje cotidiano lo iba llenando. Prescindía de la retórica, de los barroquismos lingüísticos y buscaba lo esencial, la palabra con su significado simbólico. Era una poesía cercana a la filosofía, al pensamiento, la trascendencia.

Él era un ser poético y esta conciencia invadía, se expandía al resto de su existencia. Su vida fue muy fructífera. Hizo periodismo cultural, en «Diario16», donde él me llevó, donde aprendí infinidad de cosas. Siempre he mostrado mi gratitud y mi reconocimiento. Maestro del periodismo escrito, editor, gran crítico de arte, crítico literario... Una persona con una agenda gigantesca de conocimiento de los grandes escritores, a los que llevaba a sus páginas en el periódico. Fue una suerte compartir con él ese trabajo.

José-Miguel Ullán fue un destacado periodista de radio en París, en la época del exilio, junto a Ramón Chao en los programas de lengua española. Lo oíamos desde España hablar de literatura y cultura. En TVE también realizó grandes programas, como «Tatuaje», en los que reunía el saber clásico y la última hora, los movimientos artísticos de vanguardia. Y fue destacable su labor como editor de poesía, bajo el sello «Ave del Paraíso» publicaron los grandes poetas de hoy, con cuidadas ediciones. Además de todo ello, comisario de grandes exposiciones. Fue amigo de Saura, Arroyo, Tàpies,... de todos los grandes artistas hispanoamericanos.

Maestro y amigo

Era maestro y amigo, una persona exigente consigo misma y con quienes le rodeaban. Los lectores podrán reconocerlo en «Ondulaciones», el volumen que reúne su poesía completa, editado por Galaxia Gutenberg el año pasado: una labor de muchos años, cincelando la lengua española, mostrando la riqueza de nuestro mundo y limpiándolo de barbarismos y de la niebla que ocultaba su fulgor.

Conocí a Ullán, primero, en esas audiciones anónimas de radio en Francia, y más tarde, gracias a la intermediación de Valente, del que tenía su reconocimiento y su amistad. Tanto Jose Ángel Valente como Octavio Paz veían en él a uno de sus continuadores. Con él tuve la oportunidad de trabajar y de aprender algo muy importante: siendo exigente y siendo fiel a uno mismo, uno será más auténtico entre los demás.

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