ABC Y SUS LECTORES
«Estimado Sr. Camacho -dice GLORIA SABANIEL en una carta dirigida a nuestro columnista-: Leí hace unos días su artículo en ABC titulado,creo recordar, Memoria y que dedicaba a su madre. Me impresionó por la ternura y la sensibilidad que desprendía y por expresar sin tapujos ni prejuicios el amor hacia la madre y el desgarro y la enorme pena que su muerte produce. Por problemas en mi ordenador he perdido su dirección de correo electrónico y no puedo dirigirme directamente a usted, pero sigo leyendo sus columnas con verdadero deleite. Gracias».
«En el número 1123 del suplemento XLSemanal leí una carta -nos dice JOSÉ G. SORIA- en la que la firmante pedía que la ciencia informática se ponga al servicio de la Justicia con la misma eficacia que en Hacienda. Razón tiene, y falta hace que el Ministerio de Justicia invierta en un moderno soporte informático para que los procesos judiciales no se eternicen en los Juzgados por carecer de éste y otros medios. Decía la firmante que no entiende que no pueda destinar sus impuestos, en lugar de a la Iglesia, a digitalizar los juzgados. Veamos. Al hacer la declaración de la renta, puede destinar el 0,7 por ciento de la cuota íntegra al sostenimiento de la Iglesia, marcando con una X la casilla 105 de la página 2 del impreso. Si no quiere, basta con no poner la X, porque la opción de contribuir o no al sostén de la Iglesia está establecida como libre y voluntaria. Suponiendo que le haya quedado claro -continúa el lector-, lo penoso es que se haga esa pregunta, y no se la haga de la parte de sus impuestos destinados a subvencionar los sindicatos, o las películas españolas, o los gastos suntuarios de las diecisiete autonomías con sus palacetes, sus coches oficiales, etcétera, porque, en esto, el contribuyente no tiene opción a decidir qué parte de sus impuestos van a parar a tales dispendios, ya que los presupuestos los elabora el Gobierno según convenga. Deduzco que plantea la cuestión por la manía persecutoria desatada contra la Iglesia, que ya se sabe lo perversa que es. Lo dispuesto por el Estado es que, esta señora decide libremente si parte de sus impuestos va o no a la Iglesia, pero no pinta nada en la digitalización de los juzgados porque eso lo deciden otros. Termino con un ejemplo. Para una cuota íntegra de mil euros, si se marca la X, la Iglesia recibe siete euros, pero eso no significa que el contribuyente vaya a pagar más».
«Leo con asombro -dice JORGE GONZÁLEZ MÁRQUEZ- el artículo de Juan Manuel de Prada con el título Toros y Olimpiadas, publicado en ABC el 11 de mayo, en el que el autor parece mostrar un claro desprecio hacia el deporte y los deportistas, en contraposición a la gran admiración y reverencias hacia el toreo, alegando para ello el significado religioso de este arte. Sin entrar a considerar mi admiración o no por el mundo de los toros, y al margen de las consideraciones de si es decadente o no el culto al cuerpo, o si es incompatible ser religioso y a la vez deportista, como parece dar a entender, creo en todo caso que la actividad deportiva no es sólo un culto al cuerpo, sino también a la mente y el alma, en clara armonía. El deporte -añade el lector- conlleva además para el que lo practica una dosis de sacrificio y disciplina admirables, siendo esta circunstancia a mi modo de ver, mucho más loable que la pasión que pueda despertar el arte del toreo, sobre todo en quien asiste cómodamente a él desde su butaca. Además, no hace falta tener un cuerpo perfecto para ser un buen deportista (veánse si no los deportes paralímpicos), y en todo caso, la actividad deportiva bien entendida es un eficaz antídoto contra la decadencia de las civilizaciones y contra los fundamentalismos religiosos».
«Hace unos días -recuerda LUIS DE ORY- el Director de ABC hacía una pregunta en el periódico, clara y rotunda, que decía: ¿Alguien se ha puesto en la piel de los soldados españoles que trabajan en el Índico en busca de piratas somalíes? Sí -replica el lector- y voy a permitirme contestar en nombre de todos ellos. Sí, contesta un soldado que ha estado sirviendo a la Armada durante 35 años, con una familia por lo cuatro costado sirviendo a la Marina, recordando a su abuelo almirante ofreciendo su valor y abnegación hasta su muerte, en Cavite. Un oficial de la Armada que siente la perplejidad, el desconcierto y el profundo ridículo que está sufriendo su querida Armada por el bochornoso espectáculo y la improvisación que se está inoculando en una institución con numerosas páginas gloriosas, y a la que desde tiempo reciente se le ve envuelta en un caos y bochorno que no merece. La Armada es una institución jerarquizada que no admite el galimatías de órdenes y contraórdenes, de donde dije digo, digo Diego. El ordeno y el mando -prosigue el lector-son normas en el Ejército de obligado cumplimiento, sin intervención de otras instituciones ajenas al mundo castrense. Primero fue el bochornoso episodio del barco Playa de Baquio, después la modificación de los ascensos, suprimiendo la tradición de la antigüedad existente de toda la vida. Sin hablar de la carrera militar, a la cual ya no acudirán los que desde su niñez y adolescencia han soñado con seguir lo que fueron sus ancestros. Como el progresismo lo cambia todo, también está cambiado a la Armada. Ésta de ahora no es la que yo conocí. Ahora los piratas se han destapado el ojo izquierdo y con la cara descubierta se van a su casa tan ricamente... con la faltriquera llena de dólares».
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