Más de 10.000 objetos inútiles vagan por el espacio y ponen las naves en peligro

Allí donde llega el hombre, llega también la basura. Más de 10.000 objetos inútiles orbitan alrededor de la Tierra en un baile sin control que puede resultar muy peligroso para las naves espaciales y los equipos tecnológicos que hemos lanzado ahí arriba. Estos desperdicios, la mayoría restos de satélites y cohetes, han provocado ya al menos tres choques documentados con satélites, un cuarto posible, y algunos impactos contra zonas poco habitadas del Planeta . Las autoridades de EE.UU. se encargan de detectar este peligro y alertar al resto del mundo, pero la Agencia Europea del Espacio (ESA) no lo considera suficiente y quiere crear su propio observatorio para prevenir nuevas colisiones. Una empresa española, Deimos Space , trabaja en simuladores que siguen el movimiento de esta chatarra.
La basura espacial se compone de restos de satélites y lanzadores que siguen en órbita a varios miles de kilómetros de la Tierra . «Se trata de aparatos que han dejado de ser operativos y se les ha acabado la energía», explica a ABC.es Fernando Pina, director de la división de sistemas de software para el espacio de la empresa española Deimos Space. La mayoría cumplía una labor civil para uso de telecomunicaciones, meteorológico o de observación de la Tierra. La Unión Soviética ha sido el país que más ha llenado el espacio de chatarra . Alguna muy contaminante . Un Cosmos soviético de más de treinta años de antgüedad cargado con una pila nuclear salió de su órbita y cayó al norte de Canadá. Se quemó por el camino y no se encontró ni un sólo trozo en tierra, pero los científicos detectaron un rastro de radioactividad muy ténue en 1.500 kilómetros. Los rusos también son los culpables de dejar en el espacio el objeto más curioso: «un destornillador que se le escapó a un astronauta de la antigua estación MIR en un paseo espacial». La herramienta pasó dos años en órbita hasta que acabó entrando en la atmósfera y se destruyó.
Choque sobre Siberia
El principal peligro de la basura espacial es que ocasione algún choque con satélites operativos o con naves. La última colisión se produjo en febrero, cuando un satélite lanzado en 1997 perteneciente a la constelación Iridium -formada por 66 satélites de comunicaciones- colisionó con un viejo satélite ruso Cosmos sobre el norte de Siberia, a 790 kilómetros de altitud. El brutal encuentro produjo un enjambre de fragmentos. Muchos de ellos permanecen en órbita en una zona donde operan gran número de satélites activos.
«Supone un auténtico riesgo», asegura Pina. «Una mota, una pequeña partícula, se mueve a varios kilómetros por segundo y puede provocar cráteres de varios centímetros en naves espaciales o en satélites, aunque lleven varias capas de materiales que frenan el golpe». Si el objeto es más grande, las consecuencias, son mucho peores. «Uno de diez metros puede destrozar una lanzadera», advierte el especialista.
La primera colisión de la que se tienen constancia en la historia de la carrera espacial ocurrió en julio de 1996 de forma accidental entre el satélite francés Carise y un trozo de un lanzador Ariane . El segundo choque confirmado no fue fortuito. El gobierno de China lanzó en enero de 2007 un misil balístico ASAT que destrozó el Fengyun-IC, un antiguo satélite meteorológico. El estallido dio lugar a decenas de miles de fragmentos. Alrededor de 2.400 tienen un diámetro mayor de cinco centímetros, lo suficiente para causar un buen problema en una nave tripulada. Y ahí siguen, ya que sólo el 2% de los fragmentos generados en la colisión ha desaparecido quemados en la atmósfera.
Precisamente, la atmósfera funciona como el mejor reciclador de basura. Algunos trozos de viejos satélites caen a la atmósfera y se queman sin llegar a tierra. En el caso de objetos más grandes, como ocurrió cuando le llegó la defunción a la estación espacial MIR, los técnicos provocan su caída en una zona segura. La MIR acabó en un área deshabitada del Pacífico Sur, «un lugar del mundo donde no hay nadie, ni siquiera pescadores». En otras ocasiones, los viejos satélites se mueven a otra órbita donde no haya intereses económicos. No siempre puede controlarse. En una granja de Sudáfrica cayó un tanque de combustible de dos metros de diámetro. No causó daños personales, «pero vaya susto para el granjero», comenta Pina.
La US Space Command de EE.UU . es la encargada de vigilar esta basura a través de sistemas de radar y telescopios y alertar en caso de peligro de un choque espacial. En la órbita geoestacionaria pueden observarse los objetos de un metro. Europa quiere ir más allá y trabaja desde hace años en su propio sistema de vigilancia con telescopios ópticos para encontrar objetos más pequeños. Deimos Space se ocupa de desarrollar un simulador del entorno de la Tierra para identificar el riesgo de colisión de satélites y lanzadores .
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