Corea del Norte juzgará a dos periodistas de EEUU por entrar «ilegalmente»
Hace ya cinco semanas que se perdió la pista de Laura Ling y Euna Lee, dos reporteras del canal estadounidense Current TV que estaban grabando un programa sobre refugiados y tráfico de personas en la frontera entre China y Corea del Norte.
Cada año, miles de personas tratan de huir de este último país, el más aislado y hermético del mundo. Para escapar del brutal régimen estalinista que pilota el infame Kim Jong-il, los refugiados norcoreanos cruzan las heladas aguas del río Tumen, que separa a ambos países en la provincia china de Jilin. Tanto ahí como en el río Yalu, cerca de la ciudad de Dandong en la provincia de Liaoning, los guardias fronterizos norcoreanos no dudan en apuntar con sus rifles a los fotógrafos y turistas que se acercan a pocos metros para retratarlos.
Según informó primero un misionero surcoreano, el reverendo Chun Ki-won, y luego han confirmado distintos medios, ambas periodistas fueron detenidas en el río Tumen a primera hora de la mañana del pasado 17 de marzo. Junto a ellas se encontraban un guía local y un cámara de televisión, Mitch Koss, que al parecer escaparon al arresto, pero ambos fueron posteriormente apresados por policías chinos.
Aunque las circunstancias de la detención aún no están claras, el cámara ha tenido más suerte que las dos mujeres y ha podido abandonar ya China. Muy distinto ha sido el destino de las periodistas. Según ha informado hoy la agencia estatal de noticias norcoreana (KCNA), ambas van a ser juzgadas por entrar “ilegalmente” en el país para dedicarse a “actividades hostiles”.
Aún no se sabe si las reporteras se encontraban en el lado chino de la frontera o en el norcoreano, pero han sido trasladadas a la capital, Pyongyang, para ser interrogadas por un supuesto delito de espionaje. Una acusación muy seria que podría costarles entre cinco y veinte años en la cárcel y que va a obligar a la diplomacia de Washington a emplearse a fondo para conseguir su liberación.
No en vano, Euna Lee, una americana de origen coreano, y Laura Ling, ciudadana estadounidense de raíces chinas, trabajan para la cadena por cable Current TV, propiedad del ex vicepresidente Al Gore y del empresario Joel Hyatt.
Ambas estaban preparando un programa sobre los desertores que huyen de Corea del Norte, por lo que ya se habían entrevistado con varios de ellos, refugiados en el lado chino de esta larga y porosa frontera de más de 1.400 kilómetros. Para ello, contaban con el apoyo del misionero surcoreano Chun Ki-won, que les había proporcionado algunos contactos en China y hablaba por teléfono con ellas dos veces al día hasta su desaparición.
La detención de las reporteras vuelve a poner de manifiesto las dificultades y riesgos para informar sobre Corea del Norte, el último Estado plenamente comunista del mundo y que permanece totalmente cerrado al exterior. Cada año, el “Reino Eremita” sólo concede poco más de 3.000 visados a un puñado de grupos de turistas y empresarios, entre los que se suelen colar algunos periodistas encubiertos.
En abril de 2007, este corresponsal visitó el país en un viaje organizado por la Asociación para la Amistad con Corea del Norte, que dirige el español Alejandro Cao de Benós, y en el que también participaron Jon Sistiaga, el reportero estrella de investigación del canal Cuatro, y otros periodistas de Serbia, Brasil y Estados Unidos que habían ocultado su verdadera profesión.
Dicha visita, que duró doce días, estuvo controlada en todo momento por unos guías-espías que impedían a los integrantes de la expedición moverse solos o incluso hablar con un norcoreano. La propaganda del régimen no dejó nada al azar y todas las visitas a colegios, hospitales, cooperativas agrícolas, museos, restaurantes y tiendas estatales estaban tan artificialmente preparadas que chirriaba su falsedad.
Uno de los momentos más delirantes tuvo lugar en la Maternidad de Pyongyang, cuando una supuesta parturienta, que soltó un largo y florido discurso ensalzando la figura del “Querido Líder” Kim Jong-il y alabando las bondades sanitarias del “Paraíso de los Trabajadores” tras acabar de dar a luz, se quedó en blanco cuando se le preguntó por el nombre de su bebé.
Con el acceso a internet bloqueado por la censura y los teléfonos móviles requisados al aterrizar en el aeropuerto, igual de surrealistas son los dos canales de televisión estatales. Sin publicidad porque no hay empresas privadas, ambas cadenas sólo emiten canciones patrióticas entonadas por soldados, películas de guerra donde los malos son los americanos, desfiles militares, alguna que otra actuación circense y noticias propagandísticas, a veces repetidas, con fotos fijas de Kim Jong-il. De hecho, sólo los sábados y domingos se emiten informativos internacionales con noticias inocuas o beneficiosas para el régimen y, además, ocurridas varias semanas antes.
Pero lo más probable es que las reporteras americanas no puedan informar sobre nada de esto, ya que, según los medios surcoreanos, se encuentran confinadas en un centro de detención a las afueras de Pyongyang. En 1996, la última vez que un estadounidense fue acusado de espionaje en Corea del Norte, a Washington le costó tres meses y la visita del gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, conseguir su liberación.
Ahora habrá que esperar si las dos periodistas vuelven antes a casa o si siguen desconectadas por mucho más tiempo en una prisión de Corea del Norte.
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