El mundo que nos acecha
NI la piratería, el ciberterrorismo, el narcotráfico o las amenazas de proliferación nuclear cesan mientras la humanidad intenta contrarrestar la recesión económica con rectificaciones institucionales y políticas de choque. Nada hace suponer que el terrorismo jihadista repose en el momento en que una contracción económica altera las perspectivas de la globalización. Cientos de incógnitas penumbrosas pasan por Pakistán. Hay constantes de desorden inapelable en el mundo de ahí fuera, vasto y hostil. Los conflictos étnicos son de naturaleza atávica, los Estados fallidos compilan lo peor de cada época.
En ese atlas cada vez más postamericano, quién sabe si los primeros pasos de Obama van a dejar una huella duradera. Lidera la nación más poderosa del mundo y quiere entenderse con los otros países desde una pauta multilateralista. De entrada, su tono de apertura con Irán ha merecido una descarga antisemita de Ahmadineyad en la conferencia de Ginebra, una escenificación tan agresiva que evocó los tiempos en que la Unión Soviética y sus aliados del Tercer Mundo -las autocracias árabes, por ejemplo- usaban la ONU como fosa séptica. Previamente, Europa había implicado muchas expectativas en la visita de Obama. No fue ni bien ni mal, sino todo lo contrario.
Respecto a Iberoamérica, la nueva administración norteamericana ha tenido que volcarse en las medidas contra la recesión y la crisis financiera, por lo que una vez más permanece informulado un sentido estratégico en la zona. Con Cuba, Obama ha dejado puesto el cepo, hasta ver cómo responden efectivamente los Castro. Con Chávez, buen amigo de Irán, Obama se sonrió. Poco más había que hacer. Obama aceptó de Chávez un ejemplar de «Las venas abiertas de América latina» de Eduardo Galeano, un panfleto altamente tóxico que seguramente habrá ido a parar a alguna papelera del «Air Force One», si es que Washington piensa tramar algo sólido con el centro-derecha y el centro-izquierda que gobiernan en el cono sur, con Lula da Silva como pieza de confianza geoestratégica.
Irán es la más grave amenaza. Kissinger sostiene que si Corea del Norte e Irán consiguieran constituir arsenales nucleares frente a todas las potencias dentro y fuera del Consejo de Seguridad, el concepto de un orden internacional homogéneo quedaría seriamente dañado. Tampoco es que ande muy boyante, pero a la vista está que las relaciones de los Estados Unidos con Rusia -desarme, sustancialmente- tienen que ver con Irán, lo mismo que las relaciones con China tienen que ver con Corea del Sur. Daría un respiro suponer que las imprecaciones antisemitas de Ahmadineyad son para consumo electoral interno de Irán, pero sería una suposición de extremada candidez. En bullicio electoral también están países de tanto peso como la India y Suráfrica. En Europa, en el fondo, quizá signifiquen más las elecciones alemanas que las del Parlamento europeo, con perdón del idealismo europeísta.
Los primeros pasos de Obama son los de un realista pragmático con toques de «glamour» y necesidad de desmarcarse de la etapa de Bush jr. Comienza a maniobrar en Oriente Medio. Tiende manos aquí y allá, pero reservándose las bazas mayores. Para los demás, especialmente en Europa, es muy llevadero criticar a los Estados Unidos sin exonerarle de sus cargas como controlador obligado del caos mundial. La hipótesis de un imperio mundial de la ley al final acaba por generar más problemas que ventajas. A diferencia de Jimmy Carter, por ahora la doctrina Obama es el realismo con aderezos de circunstancia.
vpuig@abc.es
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