Financiando la soga
Es una mezcla de estupidez suicida y ceguera criminal. Y encima aplaudimos como tontos y en las tertulias de radio y televisión abundan los que lo justifican.
Viene esto a cuento de la reciente «Conferencia contra el Racismo», donde el presidente iraní acusó a Israel de ejercer un «régimen racista cruel y represivo». Eso, entre otras lindezas, porque también puso en duda el Holocausto, que calificó de «pretexto», dejando el aire que el atroz exterminio de millones de judíos en las cámaras de gas es «cuestión ambigua y dudosa».
Lo acongojante no es que Ahmadineyad lanzara su diatriba en una sede de la ONU, sino que todo, desde el estrado a los traductores, pasando por los hoteles, los billetes de avión y hasta las suculentas dietas de los que se congregaron en Ginebra para aplaudirle, los pagamos nosotros.
Supongo que ya han reparado en que nunca faltan representantes de oprobiosas dictaduras en el Comité de Derechos Humanos y otros organismos de Naciones Unidas.
Y como si esto fuera uno de esos créditos que promete el ICO y nunca da, somos los ciudadanos de países democráticos los que financiamos este festín, en el que se nos insulta, se nos amenaza y se nos culpa de todos los males que aquejan al planeta. En otras palabras: nos dedicamos sonrientes a ir pagando a plazos la soga con la que nos quieren ahorcar. Coincidirán conmigo en que no es una conducta muy inteligente. Y no exagero un ápice.
Volviendo al espeso Ahmadineyad y a su discurso en la ONU, habrá quien argumente que se trata sólo de parloteo, brutal pero irrelevante. Discrepo.
Viniendo del líder de un país que fabrica la bomba atómica, se pone la comunidad internacional por montera y financia el terrorismo, sus amenazas y barrabasadas no son para tomarlas a broma. Y mucho menos, para pagarle encima por soltarlas.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete