Disparar a matar
Estamos listos los españoles si precisamos de una acción militar urgente de defensa de nuestro territorio y de nuestras vidas en algún momento. Y no sólo porque la dirección política del Ejército necesitará de unas cuantas semanas para llamarle guerra al ataque y ponerse a disparar. O para dejar de reír, como le pasó con Perejil. También porque los soldados habrán de poner en práctica sus conocimientos de qué hacer para no disparar más que los de cómo disparar. Que es para lo que los instruye la ministra. Y lo digo esta vez por el nuevo protocolo de actuación en los secuestros de barcos en Somalia de Defensa.
O bien todos los periodistas son de una torpeza infinita y lo han explicado mal o bien lo hemos entendido perfectamente y hasta para los militares va a ser muy complicado saber cuándo pueden disparar. Es decir, hacer algo, que es la cuestión. Porque la orden de disparar a matar sólo se dará si la vida de un rehén corre peligro. En otras palabras, el Ejército no intervendrá si los secuestros discurren «pacíficamente», con diálogo fluido entre piratas y secuestrados. Tal es la obsesión de nuestro Gobierno porque el Ejército no pegue un tiro, que lo que parece sugerir el protocolo es que los secuestros sigan adelante, siempre que los secuestradores no asesinen a los rehenes. Y que los armadores paguen, como hizo el Gobierno hace un año. Que sigan alimentando la industria del secuestro.
Cierto es que la lucha contra la piratería sólo puede ser eficaz si hay una acción internacional conjunta. Y que la tónica dominante en el Índico es más bien un sálvese quien pueda. Pero cierto también que el problema deja traslucir, otra vez, la resistencia de este Gobierno a aceptar la legitimidad de la acción militar. Su temor al Ejército. Su miedo al uso de las armas militares más que al ataque del enemigo.
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