Bocazas Sarkozy
Quién lo iba a imaginar, pero Sarkozy ha hecho bueno a Zapatero. Y es que un presidente como el galo, capaz de hacer un roto diplomático con nada menos que cuatro países aliados en el curso de un almuerzo, deja empequeñecidas las limitaciones de nuestro presidente. De ahí que el problema lo tenga hoy Sarkozy y no los dirigentes despreciados.
No hay más que ver la prensa francesa en las últimas horas y, aún peor para Sarkozy, lo que comentan los franceses en la blogosfera. Desde el cahondo que grita «¡Socorro, Chirac, te lo suplico, rejuvenece y vuelve!» hasta el avergonzado que pide perdón, «En nombre de Francia, pido perdón a España, a Alemania y a los Estados Unidos. La cruz que llevamos es muy pesada y el camino muy largo aún». Y se le olvida Portugal al sufrido bloguero, que Durao Barroso también recibió lo suyo.
El consuelo español es que nosotros tenemos, al menos, una oposición sólida, una alternativa a los errores y excesos de Zapatero, algo de lo que carecen nuestros vecinos, con un PSF aún en plena crisis de liderazgo e identidad. Lo que garantiza por el momento tranquilidad política a Sarkozy y alimenta su desmesura, su imprudencia y su arrogancia. Y su política espectáculo, algo en lo que coincide con algunos de sus criticados, Obama, Zapatero, o con su admirado Berlusconi. Y nos lleva a muchos a añorar un nuevo tipo de liderazgo político, hecho de discreción, de sensatez, de eficacia y de autenticidad. Un liderazgo en el que la comunicación no sustituya a la política, como pedía Lionel Jospin, otro de los denostados por Sarkozy en su desahogado almuerzo.
Cuando el espectáculo sustituye a la política, lo sufren los ciudadanos y, a veces, la propia estrella. Sobre la que algunos alimentamos una única curiosidad en su visita a España. ¿Habrá o no habrá una nueva fotografía con la mano en el culo de Carla Bruni?
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