Las «Vidas minadas» de Gervasio Sánchez, demasiado para la ONU
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La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 4 de abril como el Día Internacional de Información sobre el Peligro de Minas. Esos artefactos explosivos tan insultantemente baratos y fáciles de sembrar para matar gente o despedazarla en vida. Hace más de diez años que se firmó el Tratado de Ottawa, en virtud del cual 151 países se comprometieron a “hacer algo”. No se ha hecho casi nada. Uno de los principales avances desde entonces es que un día antes de este 4 de abril se ha inaugurado en la sede de la ONU en Nueva York la exposición “Vidas minadas, diez años”, del periodista español Gervasio Sánchez .
Vaya por delante que la exposición ya se ha paseado por muchos sitios, por ejemplo por toda España, en una versión ligeramente distinta. “Cada una de estas minas tiene nombre y apellidos del país de donde sale”, nos cuenta Gervasio Sánchez, señalando sus fotos, “pero aquí he tenido que omitir esta información”. La ONU le ha comprado su geografía humana del dolor en versión mapa mudo. Se dice el pecado pero no el pecador.
No se corta
Claro que Gervasio no es de los que se cortan. Irrumpió en las Naciones Unidas en pleno briefing sobre las minas y soltó unas cuantas verdades como puños antes de que los presentes atinaran a volver a recuperar el control de sus desencajadas mandíbulas. ¡Corrección política a él, que es de Córdoba!
Sin duda había algo raro en el clima de la presentación de la exposición. La misión española ante la ONU, conocedora obligada del percal, advertía en la invitación: “habrá copas y música”. Vive Dios que no mentían. Chocaba incluso encontrarse a tanta gente guapa pasándoselo tan bien en medio de aquellas paredes desgarradoras.
La colombiana Mónica Paola Ojeda tenía ocho años cuando el 21 de febrero de 2003 se apartó un momento del camino –“papi, voy a hacer un pis”- y pisó una mina que la dejó ciega y manca. Todavía aún cuando se rasca le sale metralla. Fue una niña muy mona. En las fotos de Gervasio Sánchez se va convirtiendo en una mujer hermosísima. Cada cicatriz la embellece, cada sonrisa mientras aprende a vivir así la hace más inolvidable. La mejor foto la muestra simplemente de espaldas contra una pared desnuda. Parece todo tan normal. Hasta que das cuenta de la presencia en la pared de un interruptor eléctrico, pequeño e inútil. La luz, lo malo que tiene...
Lágrima profunda
Luego está Sokheum Man. Era un niño cuando hubo que amputarle la pierna derecha. La primera foto de Gervasio Sánchez lo muestra justo antes de la terrible intervención: su padre, Theam Man, lo sujeta por los hombros y mira a la cámara como desafiando a la desesperación. Hay una segunda foto. El niño sin pierna ya es un hombre, el padre que vuelve a sujetarle por los hombros ya es un viejo y le quedan tres meses de vida. Pero la mirada a la cámara no ha cambiado.
Las fotos conmueven porque no buscan la lágrima fácil sino la profunda. Gervasio Sánchez ha sabido concertar la denuncia más brutal con la ternura más ilimitada. Las fotos no nos ahorran ningún detalle del sufrimiento –esa pobreza extrema que lo agrava todo, esas prótesis improvisadas con botellas de coca-cola...- pero a la vez nos regalan un espectáculo espléndido de dignidad humana. Fanar Zekri, sin piernas desde los seis años, juega a fútbol con las manos y con un garbo que quita el hipo. Adis Sanajic, que desde que una mina le destrozó la cara ha soportado más de treinta operaciones, se casó el noviembre pasado. Los retratos de los novios hechos por Gervasio Sánchez darían envidia en Hollywood.
Es en fin una exposición tremenda y una experiencia más tremenda aún verla colgada en las paredes de la ONU, donde seguirá hasta el 29 de mayo. Ojalá no haya que repetirla dentro de diez años.
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