Míreme a los ojos
SÓLO los arrogantes ignoran que la historia es una competición en la que siempre se juega partido de vuelta. Por eso alguien debería enfrentar al presidente de la Caja Castilla-La Mancha con el espejo de su frase marmórea: «Señor Hernández Moltó, míreme a los ojos». Y que explique, si puede, si sabe, por qué los españoles van a tener que aflojar tres o cuatro mil millones de euros para tapar el agujero -desajuste patrimonial, lo llaman- de una gestión irresponsable.
Señor Hernández Moltó, mire a los ojos a los españoles y dígales, sosteniendo la mirada, cómo es posible que una entidad en quiebra técnica haya arrojado beneficios de treinta millones de euros. Explique qué artificios contables, qué técnicas de maquillaje financiero ha utilizado para camuflar la situación real de una caja de ahorros en situación de emergencia. Utilice su verbo esclarecido para iluminar de forma razonable las zonas de sombra en que ha dejado los créditos impagados de operaciones inmobiliarias de alto riesgo. Señale con nombres y apellidos a quienes le empujaron -¿ordenaron?- a involucrar a la institución en proyectos faraónicos sin otra viabilidad que la que les otorgaba el ego de sus promotores y sin otra necesidad que la del señuelo político. Declare con sinceridad, por respeto a los impositores que están viendo zozobrar su dinero, qué clase de favores, ayudas y prebendas ha negociado durante estos años para sostener la ostentosa prodigalidad de una clase dirigente ensoberbecida en sus privilegios.
Es la hora de aclarar responsabilidades. Porque la intervención del Banco de España supone la del conjunto de los ciudadanos, obligados a acudir en socorro del capricho de unos cuantos chamanes acostumbrados a disponer del caudal ajeno. Porque el vilipendiado Estado es el último recurso contra la veleidad de los poderes autonómicos, que actúan con dispendiosa grandeza virreinal sin atenerse a la cautela que exigiría su insolvencia. Porque es el propio sistema financiero el que queda en riesgo de crisis de pánico en medio de una generalizada sensación de desamparo popular. Y porque la ética social requiere que la ayuda pública se efectúe bajo unas ciertas condiciones de higiene política que depuren las conductas irregulares sin taparlas bajo el manto eugenésico de la autoprotección sindicada.
Han pasado quince años desde aquel célebre apóstrofe demagógico con que Moltó empujó a Mariano Rubio bajo la guillotina de una opinión pública en estado de alarma. El guiño irónico de la posteridad lo sitúa a él ahora delante del escrutinio de un sucesor de su víctima y del tribunal moral de una sociedad crispada por la incertidumbre. Qué son tres lustros transcurridos ante tres mil millones de euros evaporados. El barbudo de Tréveris que escribió aquello de que la Historia se repite una vez como tragedia y otra como farsa olvidó que hay ocasiones en que se reedita como un doble melodrama.
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