Kosovo, misión incumplida
La Alianza vino unida y se marchará unida. Esta doctrina de la OTAN para Kosovo ha caducado para el gobierno español, para sorpresa de aliados, decepción de Obama y agravio de los kosovares, que últimamente reciben sólo malas noticias de España y se preguntan por qué. «Diga que no necesitamos más muestras españolas de desafecto», dice el ex ministro y líder opositor Ardian Gjini. Cuando España capitanea en el mundo la multilateralidad, en Kosovo el diario Express titulaba en castellano: «España, unilateral: ¡Hasta la vista!» y el Koha Ditore apostillaba: «España ignora a todas las autoridades de Kosovo», enumerando al gobierno local, la fuerza KFOR, la misión de la UE y la ONU.
¿Todo por lograr un titular sorpresa? ¿En un día de puente vacío? Eso temen diplomáticos y funcionarios de Defensa con experiencia en la región quienes, dada la actual bunkerización de toda la información de Defensa, sólo pueden ser anónimos. La opacidad llega hasta el punto de que ya no se puede contactar —y menos visitar— un destacamento español en misión internacional. Así fue como este diario, que tantas charlas compartió con las tropas en los Balcanes, ha visto denegada su solicitud de visitar la base española en Istok.
Por todo el Balcán hay gobiernos primerizos, tan modestos que prefieren silenciar hasta los agravios. Portavoces de Defensa y Exteriores en Tirana no quisieron responder a ABC sobre la afrenta, a la vista de la esperada entrada de Albania en la OTAN en abril. En cambio hay gobiernos tan bragados, como el de Belgrado, que son quienes dictan el guión.
¿Incluso a la diplomacia española? Los medios de la antigua Yugoslavia han multiplicado fotos y titulares de los nuevos amigos de Serbia, Moratinos y Zapatero. Los manifestantes serbios usan la bandera española junto a retratos de sus criminales de guerra. Y Belgrado utiliza la repentina retirada de tropas para mostrar «las grietas» en la OTAN y la desunión en UE.
Hay políticos kosovares que, no obstante, echan un capote a la ministra Chacón, que no quiso ni aterrizar en Pristina ni saludar a ninguna autoridad: «Un problema de agenda», excusa el viceprimer ministro Hajredin Kuci. «Muchos ministros vienen con prisas; no es que nos ignorara». Behgjet Pacolli, magnate albanés y dirigente de la Alianza para el Futuro señala: «España ha hecho un gran papel, es normal que quiera volver a casa. Pero que recuerde que Kosovo sólo quiere su amistad». Aunque en privado digan lo contrario.
Con los soldados españoles está prohibido hablar, pero veteranos de los servicios de inteligencia en la zona reconocen estupefacción y consideran que hasta la política exterior española se hace hoy «para el mero consumo interno». Primero se fabrica el titular, en función del telediario, y luego se piensa la política, argumenta otro funcionario. La ministra, eso sí, se preocupó de hacerse filmar unas «imágenes en falso» para poder llegar al telediario, según señalan las fuentes, que, lógicamente, prefieren ocultar su identidad. Un malestar muy extendido. Fuentes políticas estadounidenses en Kosovo, eso sí, sugieren que «no es tanto el problema como las maneras con que España ha conducido este asunto».
Este «caso de impericia» se juega sobre el telón de fondo de la inopinada cruzada española contra Kosovo, pese a no decir ni pío en otra veintena de independencias yugoslavas y ex soviéticas.
El líder del equipo negociador kosovar en el proceso de independencia, Blerim Shala, recuerda cómo los gobiernos españoles «nunca cayeron en la trampa de los paralelismos que buscaba siempre Serbia con España». Ardian Gjini advierte contra ese juego: «Si Zapatero cree que una barbarie similar (a la limpieza étnica llevada a cabo en el pasado por Milósevic) con intervención de la OTAN y posterior secesión puede darse en España, es que él mismo se está comparando con Milósevic».
El escritor albanés afincado en Barcelona, Bashkim Shehu, señala que «todo se ha banalizado». «Antes los representantes españoles tenían más altura». Como reconoce en Pristina la editora Flaka Surroi, quien nos habla en un fluido castellano: «Continuamente me llaman medios vascos para saber qué tal nos va», cuando resultó que nunca se interesaron durante la represión.
¿Quién sale perdiendo? «El primer perdedor es la minoría serbia de Istok; el segundo, la OTAN; el tercero, Kosovo que recibe un mensaje confuso; y el cuarto, la propia España, que resulta poco fiable», dice el «ex primer ministro en el exilio» Bujar Bukoshi.
Los albaneses, de siempre hinchas del Real Madrid, en el último partido con el Liverpool se pusieron de parte de los ingleses. Un termómetro de cómo anda su ánimo. Es más, serbios de Istok y gitanos están perplejos. «¿Porqué se van?», pregunta Gojko Carevic, miembro de la asamblea municipal. «No lo entendemos, nadie nos ha explicado nada», agregan las monjas del monasterio de Goviok. «Aquí han hecho cosas buenas por nosotros», afirma el juez Ramadan Shatri. «No sabemos qué pasará en el futuro», expresan su ansiedad las monjas de la madre Antusa.
Haki Rugosa, teniente de alcalde de este lugar, donde nació el patriarca kosovar Ibrahim Rugova, hace un balance encomiable del esfuerzo de las tropas. El presidente del partido Democrático Serbio y diputado Slavisa Petkovic se ve entre la espada y la pared. Lamenta que «los serbios pierdan protección». Pero añade que «es normal que los españoles no quieran estar en un Kosovo independiente, todos tendrían que irse». Serbia y Kosovo «sólo pueden entrar unidas en la UE», insiste. Aunque el líder de la Liga Democrática, Bujar Bukoshi, les responde: «Los político serbios aquí están perdidos y confundidos por Belgrado».
Un año después de su independencia, el mayor éxito del nuevo Kosovo ha sido enmendar a quienes auguraban el éxodo de la población serbia o la entrega de éstos a manos de los nacionalistas radicales. Tampoco ha habido una nueva erupción de violencia, aunque la irresponsabilidad de los líderes de la vecina entidad serbia de Bosnia sigue siendo una espada de Damocles, señalan funcionarios de la misión de la UE.
España solía ser vista con simpatía en el Balcán, especialmente entre los más desfavorecidos. Ahora cree abandonar el llamado avispero balcánico, pero se lo lleva en forma de enfrentamiento con sus aliados. Un «faux pas» (paso en falso) diplomático, opina el ex primer ministro kosovar, Bujar Bukoshi. Si quiere rectificar, sería importante que «renuncie a presentarse ante la Corte Internacional de Justicia», opina Ylber Hysa, representante de la organización política ODA.
Gjeraqina Tuhina, analista y periodista en Bruselas, asegura que el obstruccionismo español estaría lastrando el consenso en la UE. España incluso rechaza los pasaportes kosovares. «Me pregunto por qué han estado aquí 10 años», dice el sociólogo Hysa, «¿Es que Madrid estaba tan confundida que esperaba realmente devolvernos a los serbios?» Nadie se lo cree.
El jefe del grupo negociador repasa el proceso asegurando que, desde 2005 y hasta dos meses antes de la declaración (diciembre de 2007), «Moratinos nunca dio ninguna señal de oposición, frente a Chipre, Eslovaquia y Rumanía que sí manifestaban su reticencia». Shala recuerda tiempos de intensa comunicación con diplomáticos españoles, y, «en las peores horas, nunca encontramos más que comprensión y buena cooperación». Al tiempo que evoca la implicación de Felipe González y la OSCE en los años 90 y el papel desempeñado por Javier Solana y el gobierno de Aznar en el fin de la represión.
La prensa kosovar se ha burlado de la presencia de Moratinos como «invitado especial» de su homólogo en Serbia, donde saludó en serbio a la conferencia anual de embajadores. El ministro aparecía «abducido por su homólogo Jeremic», un nacionalista según el periodista Artan Mustafa, quien ha escrito sobre una posible venganza española por la fecha elegida para la independencia. A continuación, el presidente Tadic era recibido en Madrid con enorme relevancia en medios serbios. Y a la semana siguiente, la ministra Chacón anunciaba la retirada.
La corresponsal de la televisión kosovar cita a diplomáticos en Bruselas para señalar que Zapatero presionó con el objetivo de que se esperara a que pasasen las elecciones del 9 de marzo de 2007. Parlamentarios en Kosovo lo confirman, pero el gobierno kosovar opta por la discreción. «No podíamos esperar», explica el ex ministro Gjini: «Iba a celebrarse el emotivo aniversario de la masacre de Drenica. Habían sido diez años de espera sin salida, con un 60 por ciento de paro en las calles. Empezaba a ser peligroso». Shala dice que sólo el 5 de enero supo por primera vez de las presiones de Madrid, «pero la UE y EE.UU. no querían poner en peligro todo el proceso; Bukoshi recuerda que «la inversión de la OTAN y la UE aquí ha sido colosal».
¿Así que el presidente Zapatero se enfadó? Todos dan ésta como única explicación de lo que la periodista Tuhina define como «agresividad española». «Está usando Kosovo para vengarse de sus aliados en la Unión y en la OTAN», coinciden el político Bukoshi, el sociólogo Hysa y la editora Flaka Surroi. En Moncloa son más cautelosos y observan que, mientras Londres, Berlín y Washington son diplomáticos presionando en esta cuestión, utilizarían en cambio a los kosovares para volcar su desagrado con España: «No es exactamente como dicen». Parece ciertamente exagerado, pero Flaka Surroi, que dirige el mayor grupo local de medios, se pregunta: «¿Qué es lo lógico en la reciente diplomacia española?».
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