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Jaramagos

EN EL AIRE

Como si hubiera una tierra volandera que tropezara en las tejas con sus semillas, florecen en Sevilla los jaramagos amarillos de los tejados, o rabanillos falsos.

Casi siempre germinan en la parte más cercana al alero, que es donde el tejado se vuelve un poco horizontal y acumula el agua y la tierra y las semillas. Parece un huerto en las alturas, al borde de un precipicio desde donde soltar más semillas elipsoidales y oscuras, que den las flores del año que viene.

Abajo, la ciudad huele ahora mismo a azahar, e incluso hace unos días, caminando por sus patios mientras llovía, era tan fuerte el olor de las flores encerrado entre las paredes y las nubes, que se diría que estuvieras paseando por el fondo de cristal medio vacío de un frasco de perfume. A su vez, tenían estos árboles en las ramas aún las naranjas que alegran la vista hasta en el día más grisáceo, como cualquier comentario que sale por la boca de un sevillano.

Mientras, me han dicho que en el campo, están ahora las naranjas tiradas por el suelo, porque nadie va a recolectarlas este año, y las ramas, plenamente de azahar florecidas, a punto de tronzarse por la falta de las manos que le quiten al naranjo el peso de la fruta de encima.

Pero miremos hacia arriba, donde vuelan ya los vencejos entre los claros de las nubes, buscando los insectos como hacen en la plaza sobre los toros a la manera en la que las golondrinas sobrevuelan los caballos para quitarles las moscas.

Son los vencejos los pájaros que duermen en el aire, por encima de los jaramagos anchos que dan flores en los tejados de Sevilla.

www.aceytuno.com

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