La retirada de Kosovo
LOS militares españoles cumplen desde hace diez años una tarea muy importante para restablecer la estabilidad en Kosovo, pero no corresponde al Gobierno español en solitario decidir si esa misión se ha completado o no. La retirada intempestiva anunciada ayer por la ministra Carme Chacón es un gesto inadecuado y una falta de respeto hacia los demás aliados de la OTAN, en especial hacia aquellos que también están trabajando en Kosovo en el seno de la KFOR, y que tendrán necesariamente que hacerse cargo del hueco que dejan las tropas españolas. La decisión de intervenir en aquel territorio se tomó colectivamente en el seno de la Alianza y del mismo modo se debería haber decidido cuándo y cómo se ha de poner fin a la misión. La OTAN tiene motivos para estar muy molesta por la actitud unilateral de España, que debilita la imagen de solidez en el compromiso que debería tener cualquier misión militar colectiva. Puede que haya otros países que estén de acuerdo con que el trabajo de la KFOR allí ya no tiene sentido, pero en la OTAN las decisiones se toman siempre por consenso, no a conveniencia de unos u otros.
En el caso de Kosovo, a España le estaba pesando el hecho de que no reconoce la independencia de esta antigua provincia serbia y su presencia era cada vez más compleja desde el punto de vista diplomático. Pero no es ésta una razón para anunciar una retirada unilateral, algo que -si acaso- debió haberse hecho en el momento en que los kosovares se proclamaron como un Estado independiente y no ahora, más de un año después, cuando lo único que deja es una huella de amargura entre la población kosovar que ha tenido en gran estima la labor y la profesionalidad de los militares españoles.
Aunque las circunstancias son muy diferentes, es inevitable que el gesto de la ministra Chacón suscite el recuerdo de la retirada precipitada de Irak, lo que desgraciadamente engorda una reputación poco conveniente para un país que pretende participar activamente en las grandes decisiones mundiales, pero que a la primera de cambio opta por sus intereses particulares y abandona a sus aliados. En la OTAN se está por voluntad propia, pero con todas las consecuencias. De nuevo, muy probablemente, aparecerá la idea de tratar de compensar este gesto con el envío de algunos soldados extras a Afganistán, lo que difícilmente borrará la idea de que, en determinados momentos, el Gobierno español no es de fiar.
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