La caza de brujas contra los ejecutivos de AIG que acaban de embolsarse primas millonarias seguía coleando ayer y amenazando con hacer cada día más difícil la posición del secretario del Tesoro, Timothy Geithner.

Algunos ejecutivos han atendido la llamada del gobierno y del consejero delegado de la compañía, Edward Liddy, de devolver todo el dinero o por lo menos la mitad, otros no. "The Wall Street Journal" reveló que el vicepresidente ejecutivo Douglas Poling ha devuelto la prima más abultada de todas: 6.400.000 dólares.

Liddy seguía negándose ayer a dar nombres de “buenos” y “malos”, alegando que teme por la integridad física de estos últimos: se han llegado a recibir amenazas de muerte por estrangulación con una cuerda de piano. Este era el castigo reservado en la Alemania nazi para los que conspiraban para matar a Hitler.

Mientras la prensa deja gotear nombres, los políticos se tiran los trastos a la cabeza entre sí y todos contra Geithner, sospechoso de connivencia con los halcones de Wall Street si sabía que se iban a pagar estas primas, y sospechoso de incompetencia si no lo sabía. Ya hay quien le acusa de minar la credibilidad de la política económica de Barack Obama en un momento sumamente delicado: ayer se anunció la entrega de 5.000 millones más a la industria automovilística de Detroit, básicamente para pagar a proveedores.

El presidente dice que mantiene su confianza en Geithner, aunque le ha corregido el tiro de aceptar las primas de AIG como un hecho consumado. De momento ya se van a crear cargas fiscales extraordinarias y ad hoc sobre el 95% de estos emolumentos. Además, el presidente pide poderes legales para revocar contratos de las empresas a partir de cierto nivel de participación pública