Pablo Guerrero revive

Pablo Guerrero revive. En estos días, dos acontecimientos marcan su regreso a la actualidad. De un lado, la Academia de las Artes y las Ciencias de la Música ha decidido distinguirle con el Premio a Toda una Vida, galardón que le será entregado durante la XIII edición de los Premios de la Música; de otro, publica el álbum «Luz de tierra», que presentará el 5 de marzo en Barcelona y el 20 en Madrid.
Guerrero es un pedazo de Extremadura apuntado en una libreta de escuela. «Paso temporadas en las que me enamoro de una melodía y, luego, aunque aparentemente la olvide, me queda el recuerdo. Naturalmente, los cantos de trabajo de mi pueblo están en todo lo que hago. Desde los comienzos. Y también la canción francesa -Jacques Brel, Leo Ferré, Gilbert Becaud- y la americana, Joni Mitchell, Bob Dylan, James Taylor, Leonard Cohen... Todos son mis maestros».
De Ángel Campos a Castelo
La particularidad de este último trabajo, producido por Luis Mendo, radica en el hecho de que, por vez primera, Guerrero interpreta en su temario quince textos de poetas extremeños de nuestro tiempo, como el recientemente fallecido Ángel Campos, Luciano Feria, María José Flores, Félix Grande, Ada Salas, Álvaro Valverde y Santiago Castelo, entre otros.
«Quince revelaciones mínimas, quince respiraciones», reconoce Pablo Guerrero en el encarte del disco. «Quince miradas, quince voces cercanas, quince mundos, a los que yo sólo he realizado una aportación poética: el título del disco, que está extraído de un poema del libro: «Escrito en una piedra». Son textos para cantarlos sin prisas en tiempos de prisas, quince remansos de paz para tiempos convulsos». Y prosigue: «En realidad, es la primera vez que musico poemas de otros y una sola cosa tuve clara cuando decidí acometer el proyecto; quería que en la interpretación cada canción tuviese el mismo tono que tiene el poema, sin que por ello se perdiese la unidad del disco. En los arreglos hay, sobre todo, mucho respeto por los poemas».
Pablo Guerrero es uno de los pocos que, por derecho, hace música con la moral de los descubridores; es innovador de forma natural, desde el primer momento de la creación, y radical porque no hace concesiones al impulso mostrenco de la cocina dominante de la industria del disco. Elabora platos finos con una salsa contumaz y definitiva. Lo sabe bien y lo explica clarito cuando habla de su relación con el ánimo vanguardista, intransigente y rebelde que inspiró su primera aventura eléctrica con Suso Sáiz, o la compleja experiencia multicolor que representa el proyecto discográfico de «Luz de tierra», en el que Luis Mendo ocupa un lugar fundamental: «Ambos, Luis y yo, hicimos un trabajo de preproducción en el disco muy importante», dice el cantante.
«Luego entró Nacho Sáenz de Tejada, que da toques maestros con su guitarra, y más tarde un trompetista muy sutil: Santi Vallejo. Y, colaborando a que todo salga bien, una banda que completa Luis Escribano, y unos colaboradores de lujo como Tino Di Geraldo y Jorge Pardo, en percusiones y saxos, y las voces de Olga Román, Jabier Muguruza, Marina Rossell, Ismael Serrano y Javier Bergia».
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