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Furtivos

Mientras los venados abatidos han provocado un sentimiento manifiesto de desaprobación estética, un reducido grupo de personas ha decidido, entre el silencio general, que el aborto sea libre.

Es cierto que los venados sin vida son una imagen que no se olvida, pero no daña ni impresiona más que la del matadero municipal, en el que, deduzco, ha estado poca gente. Aún me acuerdo del primer día en el que me regalaron un solomillo fresco: «Fíjate, todavía está caliente». Aquello me hizo ver la cruda realidad de ser carnívoro. Empero, procuro recordar que la introducción de animales domésticos en América ayudó a que desapareciera el canibalismo.

Hace poco vi cómo una vecina mía llevaba un cordero bajo cada brazo. «Un año», llaman a estos corderos, porque es justo el tiempo que viven antes de servirse en una mesa. También la carne de los venados que se cazan se aprovecha, y es más tierna que la de ternera. Y quizás los mismos que se han lamentado por los venados abatidos, se tomen hoy tranquilamente un filete a la plancha; incluso hay quien rechaza que se mate en la plaza un toro, y luego se come con aceite de oliva una tostada con atún, un pez tan grande como un toro de lidia, cuya pesca también puede ser deportiva. ¿Por qué nadie se lamenta por los peces de la plaza? ¿Vale menos la vida de un pez espada que la de un venado? ¿O es que nos sentimos más cerca de ellos por ser también mamíferos?

Yo diría que noto que se me tronzan los huesos cuando oigo talar un árbol, o se aplasta una mariposa contra el cristal del coche.

Pero por encima de todo, está la vida humana, para la que somos, en atronador silencio, furtivos.

www.aceytuno.com

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