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Bancos y Cajas: sería mejor un ajuste más rápido

En estos días pasados hemos asistido a las presentaciones de resultados de los principales bancos y cajas. Si se analiza la evolución trimestral se puede advertir ya un cierto deterioro de la generación de resultados típicos según ha ido avanzando el año. Además, se han producido fuertes dotaciones -para saneamiento de activos, para anticipar el coste de reducciones de plantillas, etc.- lo que, unido a un menor nivel anual de plusvalías, ha conducido a que el beneficio de 2008 se haya reducido sobre el año anterior, en algunos casos intensamente. Claro, que las propias entidades lo intentan disimular con subterfugios como el de presentar unos supuestos “resultados recurrentes”, depurados a su libre albedrío, en virtud de los cuales todas evolucionan bien. Aunque, con ello, sólo convencen a los propios (como en el caso de los partidos políticos interpretando los resultados electorales).

Pues bien, si las cuentas de 2008 recién cerradas arrojan sombras, el panorama que las entidades financieras españolas tienen por delante es ciertamente desfavorable ya que van a tener que enfrentarse a la falta de negocio y al descenso de los márgenes al tiempo que aumenten sus necesidades de saneamiento.

En efecto, no va a haber capacidad para aportar ingresos, vía volumen, y es posible que 2009 sea el ejercicio con menor incremento de negocio de los últimos 30 ó 40 años, con una tasa de crecimiento del crédito quizás nula o negativa, a pesar de los esfuerzos gubernamentales para evitarlo. Además, los bancos y cajas van a sufrir una intensa disminución del diferencial de clientela por el fuerte descenso del Euribor –al plazo de un año ha caído desde el 5,5% de septiembre hasta cerca del 2%- que impacta mucho más sobre los créditos que sobre el pasivo, donde el temor a problemas de liquidez impide repercutir toda la caída de tipos en los depósitos a plazo y, además, el coste de las cuentas a la vista y de ahorro (casi el 40%) ya es mínimo.

Y la morosidad va a seguir creciendo. Para empezar esto golpea también al margen, pues impide contabilizar los intereses. Además, exige provisiones. Un factor diferencial entre nuestras entidades financieras y muchas de las internacionales es que ellas han reconocido deprisa una buena parte de los daños, al sanear el valor contable de sus activos (en un alto porcentaje, títulos) poniéndolo a precios de mercado. En cambio, como la mayor parte de los activos problemáticos de nuestros bancos y cajas son créditos, tienen que madurar, entrar en mora, e ir siendo provisionados paulatinamente, para que afloren todos los efectos negativos (salvo que se retrasen aún más si se convierten los créditos en inmuebles u otros activos). Así, va a haber una parte del ajuste en 2009 y otra no vendrá hasta 2010.

Las entidades financieras tendrán algunas vías posibles de compensación (subir comisiones, generar plusvalías y bajar gastos) pero sólo esta última parece significativa. Por ejemplo, la rebaja de gastos de personal será casi automática cuando haya un alto porcentaje de retribuciones variables o cuando se materialicen las prejubilaciones cuyo coste se haya reflejado con anticipación. Otra vía de bajar gastos es la de las fusiones, aunque su efecto no es inmediato y exigen cuidado para no distraer a corto plazo la atención de los directivos de la gestión del negocio.

En cualquier caso, todo indica que los factores negativos van a pesar mucho más y, por ello, los bancos y cajas, en general, se enfrentan a un panorama muy difícil, aunque con impacto desigual en función de su situación. Algunas entidades serán capaces de transitar por la crisis con una cuenta de resultados que, aunque empeore, será ciertamente más positiva que lo que está descontando implícitamente el mercado bursátil. En otras, en cambio, el descenso del margen financiero y del volumen de negocio, así como una intensa necesidad de provisiones, les afectará de manera muy severa hasta el punto de hacerles conscientes de que su futuro es ciertamente problemático. Tanto, que cabe esperar algunas situaciones de crisis y el comienzo de un proceso que, a lo largo de 2009 y 2010, deberá ir depurando el exceso de capacidad que hoy presenta el sistema bancario español.

Con un panorama como este, es muy destacable la disparidad entre lo que está ocurriendo en las entidades financieras extranjeras y las españolas. Fuera de nuestras fronteras muchos bancos han contabilizado ya fuertes pérdidas y bastantes han tenido que ser capitalizados con dinero público. En España, con dos tercios del crédito ligados a lo inmobiliario y lo hipotecario, ni un solo banco o caja ha reconocido pérdidas contables aún, al menos entre las 60 ó 70 mayores entidades. En otros países, ya se piensa en crear “bancos malos”, donde aparcar los activos de peor calidad, para restablecer la confianza en los bancos, permitir a su equipo directivo centrarse en la gestión del negocio e intentar recuperar la fluidez del crédito. En España, el retraso en el ajuste no nos favorece nada. Sería positivo adelantar todo lo posible el reconocimiento de la pérdida esperada en los créditos; provisionarla, para que los quebrantos correspondientes fueran asumidos por el capital actual; recapitalizar después los bancos o cajas cuando sea menester, o ingresarlos en el Fondo de Garantía de Depósitos, en casos límite; y promover las oportunas fusiones para adecuarnos a un escenario de menos negocio.

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