Lo que está en juego
LOS últimos sondeos publicados por el CIS describen un panorama electoral muy condicionado por un estrecho margen de diferencias entre los partidos en liza. La encuesta nacional recoge un empate entre PP y PSOE que ratifica la solidez de su electorado fijo -en torno al 40 por ciento- y su dependencia de un bloque de votos oscilantes, de los que es previsible que respondan en futuros comicios, conforme a la evolución de la crisis económica. La estrechez de diferencias se reitera en los sondeos previos para el País Vasco y Galicia. Las elecciones vascas pueden provocar un cambio histórico en su Gobierno, porque el CIS augura una mayoría parlamentaria no nacionalista que estaría formada por PP, PSE e incluso UPyD, la formación liderada por Rosa Díez, que podría conseguir un escaño a costa de los populares. En todo caso, estos partidos sumarían, según el CIS, 38 escaños y podrían poner fin a la hegemonía nacionalista. La condición para este cambio histórico es que los socialistas realmente tengan voluntad de hacerlo, pero no habrá cambio si Patxi López decide pactar con el PNV. Esta coalición sería una vuelta atrás, no un avance, al reeditar el bipartito que gobernó el País Vasco desde 1986 hasta 1998. Sus resultados se comentan por sí solos. La alternativa es trasladar al PNV a la oposición y dar la oportunidad al único programa de gobierno que nunca se ha aplicado en el País Vasco, que es el de la lealtad al estatuto de Guernica y a la Constitución. Además, la instalación de un gobierno no nacionalista desmontaría de manera decisiva la coartada histórica y victimista de ETA, siempre beneficiaria de la complicidad política que le ha prestado el PNV. Evidentemente, el otro factor de cambio es el mantenimiento del PP, cuyo electorado en el País Vasco es homogéneo y firme, aunque UPyD podría drenar votos cuya utilidad dependerá de que finalmente acceda al parlamento de Vitoria. En otro caso, sólo restaría votos principalmente al PP.
En Galicia, la única incógnita es si el PP logrará o no la mayoría absoluta. La coalición de perdedores ya está formada por socialistas y nacionalistas, cuyas expectativas se reducen a disputarse el segundo puesto, por detrás del PP. El CIS vaticina unos porcentajes de voto bastante similares a los de 2005, lo que probablemente volverá a poner en manos de la emigración el diputado decisivo. En Galicia se simplifican las opciones: la única alternativa es el PP. Y frente a este partido, a los gallegos se les ofrece una coalición que se ha caracterizado por la metamorfosis nacionalista de los socialistas, dando carta blanca a las propuestas más extremistas del BNG, y por una política de derroche continuo de fondos públicos en lo que constituye uno de los episodios más denigrantes de la política autonómica. La crisis económica es un factor oculto que puede desbaratar cualquier prospección electoral, sobre todo entre electores desideologizados cuyas preocupaciones básicas son el empleo, la vivienda y el futuro inmediato de sus familias. Obviamente, también estas elecciones autonómicas tienen una proyección nacional, porque, en mayor o menor medida, examinarán las estrategias de PSOE y PP como gobierno y oposición y las respuestas políticas de cada partido a los principales problemas de la sociedad española. Ni Rajoy ni Zapatero tienen razones para minusvalorar los resultados de las elecciones gallegas y vascas.
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